Y ahora me toca presentarme a mí.
Soy cazador desde que recuerdo.Y cosa rara: nací en una familia donde no había cazadores.Ni mi padre ,ni mis tíos carnales.Ni mis abuelos siquiera.Así que debe ser fruto de una reencarnación mi afición por la caza.Siempre preferí a la gente "del campo" por su sencillez y franqueza,capacidad de sacrificio,y escuela de vida.Antes que a los de"buena familia"-que es a la que se supone pertenezco por nacimiento-.De ellos traté de aprender,unas veces con éxito y otras no.Mi infancia la pasé entre trampas y carabinas,que no eran mías porque en mi casa no se tenían ni se sabían usar.
Compré mi primera escopeta (una paralela del cal. 16) en cuanto tuve mayoría de edad.Antes mi padre no lo permitió porque les tenía miedo. Ya cazaba antes a escondidas con una de un cañón del 14 ,que me dejaba de vez en cuando mi abuelo paterno,con la condición de que no lo supiera mi padre.Y ,como acompañaba a los padres y hermanos de mis amigos,que por supuesto que sí gustaban de la caza,alguna vez se apiadaron de mis ansias y me dejaron llevar sus escopetas en alguna mano.
Así llegué a la edad en que los muchahos empiezan a fijarse y a perseguir muchahas.Mientras yo seguía prefieriendo perseguir perdices ,liebres y conejos.Ninguna discoteca o caseta de feria...era mi santuario.Por eso me ennovié poco y tarde.Porque yo veía que las novias de los amigos necesitaban mucha servidumbre.Y de sol a sol, todos los días de la temporada,y la mayoría también de los que no eran,el sol o las estrellas estaban sobre mi cabeza.En casa no me daban un duro para gastar en la caza,pues no les hacía ninguna gracia mi pasión ni la entendían.Así que acabé vendiendo la caza para costearme.Lo que en principio pudiera entenderse como un problema,resultó ser para mí una ventaja.Porque me enseñó el verdadero valor de las cosas:siempre usé escopetas de segunda mano,cartucho de los más baratos. Y "recargados" siempre desde que aprendí.Y buen apaño que me hacían.
Me eché una novia cazadora,que me acompañaba.Y acabó siendo la única mujer de la comarca que cazaba entre tíos hechos y derechos.Maria Dolores -como se llamaba- confundía a muchos ,que creían que era un muchacho si no abría la boca.Pues era menuda,delgada,con discreto pecho, y con el pelo corto "a lo GarÇon".Y tenía la piel curtida de la cara y las manos del aire limpio del campo y el sol.Como cualquier "campero" que se preciara.Y -si bien no era una escopeta destacada- sabía bien llevar la mano que le tocara,ya fuera en la punta del ala cerrando, o en el centro empujando la caza.Y sin una queja y disfrutando.
La vida y su discurso me separó de ella,y más tarde también de la caza.Mis amigos de cuadrilla y los cazandangas del pueblo no se lo creían.Pero lo cierto es que colgué la escopeta desilusionado por los derroteros que veía que iba tomando la caza y el campo.No recuerdo la fecha,pero sí que fue el mismo año del exterminio de los conejos del término por la dichosa Peste China.
Pasaron los años, y el arco me hizo recuperar aquel gusanillo de antaño,que me hacía no dormir o dormir poco las vísperas de las jornadas de caza.Lo que no pude recuperar fue las buenas compañas del pasado,al cambiar unas pocas veces de tierra y de cazadero.
Hace poco, revisando mis álbumes de fotos en papel reconocí la primera de ellas en las que se me ve con un arco de poleas en las manos:Montilla 1991.Me acuerdo de él como si fuera ayer,no fue el primero que tuve,pero sí el primero serio:un Barnett safari con poleas redondas de plástico y cables de acero.Cincuenta libras peladas a tope.Flechas de aluminio con plumas grandes y suelta con dedos.Pasé unos cuantos años tirando con arco hasta que me lancé a la competición.Y me entregué a ello de firme,
No tengo claro en qué momento me envenenó la caza con arco,pero sí que no había en español nada que leer sobre ella.Y ni siquiera en las líneas de arqueros que frecuentaba,había cazadores con arco.Y tuve que aprender a trompicones,arañando lo que pude de las revistas extranjeras que me pasaban.Hasta que conseguí abatir mis primeras piezas,y ya no paré.Para cuando empezó a haber con quién hablar y disfrutar de la caza con arco ,yo ya tuve bien aprendida mi lección.Y la fui regalando generosamente -hasta a algunos que no se lo merecieron-.Pero puedo disfrutar aún de compartir caza,fatigas y fuegos con algunos de mis alumnos y amigos.
Me aficioné a los aguardos con arco porque me pareció la mejor ocasión de tener una posibilidad para tirar la pieza ansiada.Y disfrutaba de lo lindo del silencio sonoro de los campos,sólo o con muy escasa compañía.Y a la postre,fue una escuela para el conociminto y el disfrute de la naturaleza.Ni siquiera la desazón propia de la edad que tengo (más de un lustro),me impide seguir disfrutando de esos momentos de soledad del campo.En los que siento y medito,esperando el más mínimo síntoma de que se acerca mi pieza.Y disfrutando del ir y venir del resto de los habitantes del campo.Eso sí ,en la mejor compañía siempre que puedo.
Bueno, "ahí es ná" el tocho.Mis felicitaciones a los que habeís llegado hasta aquí,con mi deseo de haber sido ameno a la par que sincero.
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