Suena el despertador a las 2:00 de la madrugada y me levanto como un resorte, tengo todos los trastos preparados para salir pitando al coto, recojo a mi compañero y allí que nos plantamos. Llevamos cuatro esperas en esta franja horaria y solamente hemos podido observar corzos. Es cierto que el cebadero es demasiado nuevo como para tener los cochinos bien picados. Hay mucha comida natural y no necesitan el cebadero para nada, de hecho ni rastro de piara en un mes, solamente un buen macho y otro macho más joven frecuentan el lugar. Comen bastante poco, cómo es lógico en los machos y además lo hacen intermitentemente. Escampada habrá sobre 70 kilos de grano, maíz, pipas, avena, trigo y pistachos, éstos últimos están bajos una buena losa para evitar que otros visitantes acaben con ellos antes
La madrugada se presenta tranquila, sin nada de viento y muy poco frío o será que nos abrigamos muy bien, en fin una noche en las que un ratón se escucha a cientos de metros, una maravilla estar aquí y ahora
Sobre las 4:00 de la mañana escuchamos perfectamente una piedra rodar, monoculares en mano buscamos al causante sin éxito. No pasaron 40 minutos más cerca por la umbría otra vez la misma escena, nada no lo pudimos localizar. La madrugada está muy buena, brisa en la cara y tranquilidad no se escucha nada.
Sobre las 5:00 en el silencio más absoluto me da la idea de mirar por el Bushnell a ver el terreno de nuevo, y en la primera barrida veo un cochino en plaza
Apago el monocular nocturno y aviso al compañero que se ponga el suyo dirección al chaparro, lo localiza y yo me preparo para el disparo si el guarro se acerca un poco, lejos de acercarse queda quieto pero de culo, por lo que se complica el lance por la distancia y la posición, está a 160 metros para mí de noche es un tiro bastante comprometido. Finalmente me decido por el disparo cuando el guarro me dé el perfil
El eco rebotó entre los cerros... pero el jabalí salió como un rayo. No cayó, no gimió. Simplemente desapareció entre las sombras.
Fallo garrafal el cochino arranca por el chaparro dirección al monte contrario por el que vino, sin quejarse y entero, el disparo no le alcanzó, fue impreciso al contrario que en tantas ocasiones, lejos de quedar un sabor amargo me sentía bien, muy contento de volver a tener un lance tan bonito y por lo menos no haber herido el cochino, cómo pude comprar cuando amaneció. El tiro fue demasiado precipitado porque veía que el cochino ya se iba a ir de la zona y en cuanto dió el perfil apreté el gatillo.
El disparo se perdió en la noche, pero no mi determinación. El monte me desafió… y volveré, más fuerte, más certero.
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