Buenos días, hace un tiempo que por distintos temas no he podido participar en el foro como me gustaría, pero hoy al ser festivo y estar un poco liberado de responsabilidades personales y laborales, voy a dedicar unos minutos a ello. Mi relato no tiene un final feliz en lo que se refiere a resultados cinegéticos, pero para mi ha supuesto una inyección de moral similar a abatir el mayor de los trofeos.
Leyéndoos en este foro, me fue picando el gusanillo de como sería la experiencia de cazar con un arco, ya que por unas razones u otras había perdido la "chispa" de cazar con arma de fuego como había hecho siempre. Poco a poco, relato tras relato de vuestras andanzas, me fui animando, hasta que compré mi primer arco, un Bowtech Revolt X, que ya va para 4 años, pero que sigue impecable y que considero una gran herramienta hoy en día. Tanto se metió el veneno de la flecha en mi cuerpo que literalmente dejé de cazar con arma de fuego y hoy en día el 99% de mis salidas son con flecha, no con pólvora, yendo como mucho a una montería al año y más que nada por compromiso y para compartir un rato con los viejos amigos de la cuadrilla.
Arrendé un coto para cazar exclusivamente con arco, con un par de socios en el que todo empezó muy bien y con ilusiones renovadas, pero estaba a menos de 2 km. de un pueblecito y empezamos a tener problemas con los furtivos y con los lazos, ya que iban andando hasta el coto, por no contar que nos enteramos que uno de los socios llevaba a gente cobrando para hacer esperas con rifle, por lo que al finalizar el año de contrato decidimos "disolver" la sociedad de forma amistosa y dejar el coto.
Tras la desilusión, el otro socio del coto, con el que hice buena amistad y yo, decidimos arrendar otro coto para caza exclusiva con arco, con la premisa de relativa cercanía a casa, porque las obligaciones no siempre dejan el tiempo de ocio que uno quisiera y que no estuviese muy cerca de ningún pueblo. El coto es pequeño, pero con una parte de dehesa donde se puede recechar y la zona de la sierra con un monte muy cerrado y querencioso para los jabalíes. Todo empezó genial, abatí algún animal, pero indulté a la mayoría, ya que solo disparo si tengo al animal en una posición óptima y no soy de abatir todo lo que entra, de hecho solo abato trofeos (solo llevo 3) o si necesito carne, por lo que la inmensa mayoría de las esperas solo disfruto de ver a los animales y estudiar su comportamiento.
Todo iba genial, buena sintonía entre los compañeros, una buena gestión del coto, gran relación con la propiedad y el pastor, ningún problema con los asilados cortijos vecinos, hasta que un día falleció uno de los vecinos y los herederos le vendieron el cortijo a un sujeto que entró de muy buenas maneras pero que poco a poco quedó claro que no era tan bueno. Desde entonces los animales han ido desapareciendo como por arte de magia y ya no entran a los comederos ni las piaras de guarras recién paridas que antes entraban hasta al mediodía. De los corzos no ha quedado ni el polvo y así con el resto de animales. Un buen día nos enteramos de que este sujeto va vendiendo la carne y que tiene todo aquello trillado y ya ni los primales aguantan la linterna 940 nm del monocular nocturno. Para intentar solucionar el problema, de forma disimulada nos entrevistamos con todos los propietarios de los cortijos vecinos (incluido el insurrecto) para hacerles saber de la situación y de que se nos estaban metiendo en el coto, no surtió efecto. Lo pusimos en conocimiento de la Guardia Civil, que le hicieron un seguimiento y lo cogieron una vez saliendo de su cortijo con rifle y silenciador y lo denunciaron, pero literalmente "se la suda", sigue igual, ya que es de esos que piensa que matando unas pocas reses más paga la multa y por supuesto no pienso llegar a las manos por la caza, ya que es una afición para divertirme no para perderme. El caso es que llevamos año y medio más o menos sin soltar una flecha y con un disgusto detrás de otro. Se que el lema de los arqueros es "Inmunes al desánimo" y lo entiendo desde el punto de vista de que se aprende a base de errores, pero en lances con animales, no con desencuentros con desgraciados que amargan el santuario de ocio que para mi y otra mucha gente supone salir un rato al campo a disfrutar y desconectar. Con estos incidentes te replanteas muchas cosas, como el dinero tirado en gasolina, pagar el coto, alimento para cebar, el tiempo que detraes de estar con la familia, etc..., el caso es que nos estamos planteando cambiar otra vez de coto, ¿pero cual?, ¿se repetirán los problemas?. Mi compañero y yo somos un mar de dudas y de desánimo.
Una vez os he puesto en contexto, ya entenderéis del porqué perdí gran parte de mi ilusión, ya que con rifle con una mínima oportunidad que te de el animal, aunque esté a mucha distancia, lo puedes abatir, pero en la caza con arco, en la que literalmente el animal tiene que llegar hasta ti o viceversa, cualquier detalle por pequeño que sea arruina su caza.
Pero hace un mes, coincidí con un amigo que es ingeniero agrónomo y lo tienen contratado varias fincas para que gestione planes cinegéticos, control del cereal y de los animales, subvenciones, etc... Nos echamos unas cervezas y le comenté que este problema y que estaba completamente desilusionado y al borde de dejar de cazar. Tan desmotivado debió verme que me dijo que en un coto de mi Comunidad Autónoma que llevaba, tenían autorizada la caza con arco de machos monteses y que como se acercaba el celo, si quería me invitaba a intentar abatir un macho selectivo, ya que la propiedad no le iba a poner pegas, a lo que le dije que si.
He estado cazando este mes el 5 por la tarde y el 6 todo el día. La finca es preciosa, pero el terreno es escarpado y abrupto de narices, que requiere una exigencia física muy grande. Yo estoy acostumbrado a hacer mucho deporte y aún así había momentos en los que faltaba el aliento debido al gran desnivel vertical a subir en poco terreno y lo complejo de andar por esos pedregales. Siempre fui acompañado por mi amigo. La tarde del 5 vimos a lo lejos algunas hembras y un par de machos muy buenos, pero yo iba a por un selectivo. Después de 2 horas de caminata, al dar vista a una hoya, de golpe vimos a 40 metros una hembra y una cría junto con un macho selectivo, que por suerte con el ruido del viento no nos escucharon llegar. Cuando el macho se cruzó aún no había recobrado el aliento, abrí el arco y tal era mi cansancio que no pude fijarlo, momento en el que me vio la hembra y salieron pitando. Dimos por finalizada la tarde ya que el coche estaba lejos y no nos podía anochecer en ese terreno, pero una chispa de ilusión se encendió en mi.
El día 6 nos llevamos víveres para pasar todo el día fuera. Vimos muchos animales con el telescopio, algunos de ellos me pusieron los dientes largos, pero yo iba a lo que iba. Decidimos apostarnos a recechar en un paso que tienen entre unos riscales. Un tiempo después vimos 2 cabras, 1 cría y un bonito macho selectivo. Se movían despacio entre la vegetación. No nos precipitamos, les dejamos hacer hasta esperar el momento propicio. Vi que iban a pasar por un pequeño claro entre los árboles a unos 45 metros de nuestra posición, pero para tener un buen tiro y que nada me estorbase, debía moverme unos 4 metros a mi derecha. Esta vez lo tenía todo controlado, o eso creía, no estaba cansado, me movería cuando los animales no mirasen y así lo hice. Error de novato, no controlé todo el entorno. Cuando me moví para mejorar mi posición de tiro con el corazón a 100 por hora y la convicción de que esta era la buena, me aseguré de que los animales no miraban, pero no me percaté de que a unos 100 metros en los peñones de arriba había una cabra que si me vio moverme y que automáticamente dio la señal de alarma y todos salieron a la carrera, dejándome cara de tonto, pero la adrenalina por las nubes.
Por la tarde se levantó fuerte viento y decidimos recechar a unos claros entre peñones en los que el viento nos venía de cara, con la premisa de asomarnos a cada claro con toda la cautela posible. En los primeros claros no vimos nada, pero al saltar a uno de ellos vimos entre la maleza a 4 hembras, 1 cría y un macho al que no se le veía la cuerna. No salían al claro, pero correteaban entre el monte de un lado al otro. Se nos empezaba a hacer tarde y mi amigo me dijo de que intentase hacerles una entrada ya que el viento nos venía de cara y era bastante fuerte con lo que sino hacía ruido tendría alguna posibilidad de lance, pero que debía hacerlo solo ya que dos personas seguramente delataríamos nuestra posición y que disponía de entre 30 y 45 minutos para el lance o debía regresar. Inicié la aproximación, cuando estaba a unos 50 metros empecé a ver el lomo de alguna cabra moverse y el corazón se disparó de pulsaciones. Avanzaba muy lentamente, asegurándome de donde pisaba. Conforme decrecían los metros hasta los animales, aumentaban exponencialmente las pulsaciones y la adrenalina. Increíblemente y aprovechando la cobertura vegetal, conseguí meterme a ¡¡¡15 metros!!! de aquel grupo sin que me oliesen ni escuchasen. Estaba en la parte superior de un peñón tras la vegetación. Estuve allí disfrutando de aquellos animales 45 minutos. Al final resultó que el macho era muy joven y con poco trofeo. Esperé todo lo que pude por si daba la cara un macho mayor, cosa que no ocurrió, por lo que decidí retirarme sin que aquellos preciosos animales se percatasen de que allí hubo una persona. Regresé con mi amigo más contento que unas castañuelas, fuimos al coche, de ahí a la finca donde cenamos, dí las gracias a todos y volví a casa con energía renovadas.
Como dije al principio, este relato no va de trofeos, lances y otros finales felices. Trata de un arquero que tenía la moral por los suelos y una simple experiencia positiva con el arco, sin soltar flecha, sin pisteo y sin pieza abatida, puede levantar de nuevo la moral y demostrar que si se pierde la ilusión en un sitio, se puede recuperar en otro, que no todo está perdido. Aunque este relato pueda resultar o parecer un coñazo, espero que sirva a otros compañeros que hayan estado, estén o algún día se vean en una situación de desánimo como la que yo he vivido.
Un saludo.