No quiero acabar mi funesta intervención en este post sin pedir humildes disculpas a ese MAESTRO de la customización y de la mejora, en general, de las armas que es D. Pedro Vargas (con mayúsculas el Don). La ligereza y torpeza con la que atribuí al adelgazamiento del cañón la disminución de precisión son más propias de un novato gilipollas que de un cazador de 64 años, que son los que gasto. Y además, hecho el correspondiente exámen de conciencia, novato gilipollas con cierta mala leche. Y esto último es lo que no me perdono a mi mismo. Porque Pedro es y ha sido mi amigo. Me ha abierto las puertas de su casa en más de una ocasión, me ha ilustrado con su infinita sabiduría tanto en temas de hierros como de caza en general y se ha preocupado siempre en ofrecerme piezas que sólo se ofrecen a las personas que se aprecian. ¿Cómo se lo he pagado?.... Como San Pedro a Cristo... Negándolo a las primeras de cambio. No me paré a pensar en una posible caja de balas defectuosa, en la humedad, en el viento de costado, en fin, en tantos y tantos imponderables....en mi propio estado de ánimo ese día. Es más fácil siempre echarle la culpa a otro. No se si podrás perdonar a este estúpido, Pedro, porque el mal ya está hecho. Sólo decirte que estoy arrepentido y que lo siento. Lo siento una barbaridad porque me gustaría ser el de siempre, el de antes del fatídico comentario que me gustaría que nunca hubiera existido, el que te admiraba y te sigue admirando como lo que eres realmente: un experto de fama mundial, con clientes en todos los lugares del globo. Perdona otra vez Pedro.