Joder con el finde. Y yo que creía que este iba a dejar el pabellón bien alto y lo único que he conseguido ha sido engordar la cabaña mosquitera de mi pueblo y gastar dos balas como si fueran bien baratas.
Ayer sobre las 8 me ponía en mi charca con la intención de aguardar al cochino hasta las cinco y cambiarme antes del alba unos cuantos kilometros más al norte y así intentar trincar al corzo.
Todavía no se había cerrado la noche cuando escuché un tiro unos quinientos metros más arriba justo por uno de los pasos por donde los cochinos llegan hasta mi charca. Mal pintaba la cosa. Por la mañana hablando con un viejo del lugar que sin ningún pudor ha admitido que ha estado aguardando en la charca me dijo que no hay cochinos, que no sabe donde se han metido, hace un mes que no se ven rastros. En este foro a nadie cogerá por sorpresa y dado lo extenso del problema no sé si habría que comenzar a pensar en una confabulación gorrino-ecologilista o algo por el estilo.
El caso es que trás destrozarme la espalda con la silla de terraza y de escuchar el concierto de tejón, ranas y hurones, de haber aguantado unos cuantos picotazos en la cara y piernas desisto y me retiro.Son casi las tres de la madrugada y ni un rabo.
Sobre las cinco y media me levanto con pocas ganas de hacerlo pero con muchas de coger el rifle y liarme a tiros con el jodío
capreolus que digo yo que tras diez años intentándolo ya me toca abatir uno.
Se por donde se mueve, se donde acecharlo y también se que para llegar al sitio he de atravesar una siembra y hacer bastante ruido. A cincuenta metros me saca y me ladra como un borrego cabreado, se marcha y yo me quedo por si acaso asomara trescientos metros más abajo o algún gorrinazo traspusiera desde la charca que hay cien metros más arriba.
Una vez colocado y perfectamente camuflado me acuerdo que desde la merienda del día anterior no he comido así que me cepillo el bocata de lomo adobado regado con agua de la fuente, que no es minero medicinal pero nace directamente de la tierra que es lo que a mí me importa.
Van pasando los minutos y los pájaros despertando, el Sol comienza a asomar por el horizonte para inundar hasta el último rincón de aquel paraje. La verdura y el olor a tierra mojada son como un bálsamo para el alma de un cazador que cada vez sale menos de caza pero que la vive a diario compartiéndola con un buen puñado de amigos y compañeros. Desde mi puesto veo el que ocupe la tarde que aguante y forzé el cuerpo hasta casi desfallecer y quedarme para siempre en aquella tierra. Ya está superado.
El cerro que está frente a mí por donde ha salido el corzo arreando acordandose de toda la parentela del especimén ese que le acosa es medianamente alto así que decido darle la vuelta. LLego hasta la charca y compruebo que la ha tomado un cochino de mediano tamaño, es algo a tener en cuenta seguramente la próxima noche la pasare aquí. Subo hasta la cima del cerro y tras comprobar que no ha vuelto a ladrar y sabiendo que estoy en su territorio se que anda muy cerca. Con sumo cuidado bajo por la cara opuesta y en un claro, entre las copas de los altos pinos veo al "animalucho" comiendo en el mismo barranco donde yo estaba puesto quinientos metros más abajo.
No me ve, no me oye, compruebo que tiene cuernos y aunque estos no son grandes carne tiene la misma que uno con los cuernos mayores.
Estoy a unos ochenta metros de alto, me separan del animal al menos de ciento cincuenta a doscientos, está difícil pero no imposible. No llevo el trípode, así que me siento para tener mayor estabilidad y lo meto en la cruz. Ahora si me ha oído y extraña eso provoca una reacción en mi instinto de inmediato, anulando la razón y el cálculo de caída tan necesario cuando se dispara a distinto nivel.
Poum!! Castaña un metro alto, casi le siego la cabeza entera mira que ni me enterado que tenía el visor a tres aumentos por si tenía que hacer un tiro a tenazón. Poum otro que le regalo al monte y que a la distancia que iba ya el bicho seguro que no le ha quitado ni una garrapata.
La leche que malo soy, eso si estoy contento porque cada vez voy cuajando un poco más el animo y el temple. Ya no me pongo tan nervioso como un monaguillo cuando se gasta en golfas lo que roba del cepillo.
Por lo menos tengo "coleguitas" que lejos de reírse me darán buenos consejos. Os regalo un pedazo de libertad de la que conseguí esta mañana. Podreis comprobar que no volví de vacío.