Enfiló hacia la parte de arriba del pueblo tal como le habían indicado, hasta que una fila de casas le indicó que había llegado al tope de la calle. Giró a la izquierda como le había dicho el cabo hasta que el piso de asfalto se cambió por un camino de tierra. Antes de llegar sabía de sobra cual era la casa del tal Calzones Sucios. Un emparrado con mesitas y manteles de cuadritos (tal como le había descrito el maestro) y una señora baldeando y barriendo el suelo bajo la parra.
-Esa debe ser la cuñada del Calzones. …¿Como coño me dijo que se llamaba?.... ¡Buenos días señora!
Teresa levantó la vista, sin extrañarse porque sabía de la visita esperada. Dejó el escobón de palma y se limpió las manos en el delantal.
-¡Buenos días!, Usted debe ser el señor de Madrid. El amigo de don Antonio. ¿No?
-¡Serafín Rivasana, para servirla!, -y le estrechó la mano suavemente haciendo un amago de subirla hasta su boca pero quedándose a la altura del pecho. Teresa que no estaba acostumbrada a estos modales la retiró un poco seca. No sabía si alagada o azorada, pero la retiró. De cualquier forma, le invito a sentarse y tomar algo fresco mientras llegaba Mario, que había subido al monte y al parecer se había retrasado algo. Dándole las gracias Serafín se acomodó en una de las mesas y Teresa le puso por delante un pan de hogaza y un trozo de queso. A continuación le sacó una jarra de barro con un tinto anónimo y un vaso. Serafín echó mano de su navaja nueva y al palparse el bolsillo se quedó quieto como una estatua. ¡La navaja no estaba en el bolsillo!
- ¡Si que me ha durado la puñetera navaja!...
Y volvió a palparse los pantalones impecables no fuera a ser que tuvieran un agujero impertinente. Los bolsillos perfectos. Dirigió la mirada al coche de forma maquinal y en el estribo del todo terreno entre la tierra y el polvo vio un objeto….
-¡Coño mira donde está la puñetera!...anda que se ha puesto buena, ha viajado en el estribo desde el bar. No sé cómo ha aguantado hasta aquí , pero el caso es que ha aguantado.
Se levantó y la recogió junto con un pegote de barro seco. Golpeó el barro contra las piedras de la pared y se dirigió a la manguera con la que Teresa baldeaba el suelo. Aún salía un hilillo de agua. La zapatilla del grifo estaba bien vieja y la había dejado apoyada en un arriate para aprovechar la fuga de agua, en un primitivo riego por goteo a la base de la parra. Limpió como pudo el barro pero el aspecto de la navaja una vez limpia ya no era el de nueva. Se esmeró con la limpieza de la hoja y empezó a cortar una rebanada de pan y un trozo de queso, dejándola en lo alto de la mesa.
Pasaría más de media hora, en la que se zampo el queso, el pan y la jarra de vino sin darse cuenta, charlando de cosas breves e intrascendentes con Teresa que a veces aparecía y le hacia algún comentario del tipo -(“Calzones tiene que estar al Llegar”, “No suele retrasarse, pero en el campo ya se sabe…”)… (“Como no lleva el reloj”) y las contestaciones de Rivasana: -(“no se preocupe, no hay prisa”)…( “que bueno está el queso” )…(“Bendito vino este”)… En esas llegó Calzones, que desde que de lejos, tuvo a la vista la casa, el coche, al amigo del maestro, etc. sin descomponer el gesto fue analizando todo lo que veía.
Se fijó en el coche, “Trae una montura bien costeá el gachó”. En la ropa, “No es nueva perostá conservá…, se ha quitao la mascota pa sentarse a jamá”, “y no sa repachingao en la silla”, modales tiene... ¡Coño no va a tené siés conde!,- iba pensando tal como se acercaba.-( “La gente de campo guipamos a los forasteros antes dablá con ellos”. -Decía siempre Calzones).
Al llegar a su altura, mientras él se quitaba la gorra y Serafín se levantaba a saludarlo, se fijó en el plato de queso, en cómo estaba cortado el pan y en… la navaja. - “¡Tiécojones!, la navaja de palo y bien trabajá, pué se ve hombre de campo, con esa navajurra.... (“No siempre acertáis”. Decía siempre el maestro).
Las presentaciones de rigor estrechándose las manos.
-Serafín Rivasana, encantado de conocerle. Antonio me ha hablado mucho de usted.
-Yo joy Mario, pero ya le habrá dicho don Antonio que tol mundo me llama Calzones Sucios, ya jabe, cosas de loj pueblos.
-Me lo dijo Antonio, y me he tomado la libertad de preguntar por usted con ese nombre. Espero que no le moleste.
-¡Quiá me va molestá!, es que ji pregunta de otro modo no llega aquí. Aquí naide sabe quien ej Mario Gomarez. -Afirmó Calzones mientras, con un gesto indicaba el hecho de tomar asiento en la mesa, y al que Serafín respondió con un- ¡Por favor!
En ese momento aparecía en el umbral de la puerta, Teresa con un botellín para Calzones y se quedó extrañada de oír el apellido de su cuñado. Casi lo había olvidado.
-Y bueno… ya me dijo Antonio que él llegaría mas tarde. Cuando terminase en el colegio. Creo que a las dos. –Empezó diciendo Rivasana, para romper la pausa silenciosa tras las presentaciones.
-¡Tié que está al caer. Ese no aguanta hasta las dó!. En oliéndose el humo de la pólvora, sa aprieta.
-¡Ya!...Está bueno el queso…¿ustedes no comen?..-Preguntó Serafín mientras cortaba una rodaja de pan y un trozo de queso.
-¡Coma usté, coma!...que a mí a esta jora solo mentra un botellín fresquito…Guena navajilla gasta usted…, las de palo son las mejores y la tiene trabajá…esas safilan con cualquier canto.
Y Rivasana para no desairarlo…- Sí, no está mal… lleva un tiempo conmigo y siempre ha cortado estupendamente.- (Pensando que en realidad lo que había dicho no traducía la estricta verdad pero tampoco era mentira).
En ese momento se levantó Calzones, e instintivamente el conde hizo lo mismo.
-¡Mire, Don Serafín quien asoma por lo bajo la calle!. Er prenda ha terminao ligero. No le dicho que en oliendo a polvora…
-¡Hombre, Antonio!…- Y lo saludó de lejos, alzando la mano, mientras el maestro subía el repecho de la calle hasta la casa de Calzones o la suya, que estaba enfrente. El maestro correspondió al saludo con una sonrisa y levantando también su mano a la vez.
Cuando llegó a la parra le dio un abrazo entrañable a Rivasana y una palmadita en el hombro a Mario, a la vez que le decía...- Que Calzones… ¿ya has empezado con los botellines?.
-Calzones contestó con la confianza que da el compadreo de amigos: -¡Coño maestro! Solo ma dao tiempo a tomarme una. Tu amigo, aquí Don Serafín sa cascao una jarra vino. -Esa afirmación en boca de Calzones era como admitir a Serafín como uno más en el grupo.
Serafín no lo supo interpretar así y se puso colorado como un tomate. Rápidamente, Antonio se percató y en vez de disculparlo, le añadió mas hierro al asunto diciendo…-¡Y medio queso!.. con lo que Serafín ya se dio cuenta que era lo normal entre ellos y completo la broma (ya de su color normal); -¡Hombre es que esto no te lo comes en Madrid ni borracho!.
-Gueno y tú…¿ cashecho con los zagales? …¡So Maestro! Dijo Calzones cambiando el tercio.
-Les he dado recreo dos horas antes. ¡No se ha enfadado ni uno!.¡ jeje!. Espero que no se enteren en el ministerio…-Dijo mientras le guiñaba un ojo a Don Serafín y añadió: -Bueno Calzones, ¿Qué plan tenemos?.
Calzones se arrellanó en la minúscula silla y empezó a “relatar”: -Lo primero es enalojá al sr. Conde. Endispués… -En ese momento lo interrumpió Antonio diciendo…-Calzones, como lo sigas llamando “señor conde” te va a capar como tu dices ”Con la soga del pozo”, llámalo Serafín. –Y dirigiéndose a Rivasana:- No te hagas ilusiones, te llamará como le dé la gana, ¡es un caso perdido!. Y terminó dando un palmotazo en la espalda de Calzones.
-Maestro, ¡!tiés perdias las formas, ¿no se conquién te juntas tú?.
-¡Bueno lo del alojamiento esta decidido, se queda en mi casa!.-Dijo Antonio.
-No quisiera molestar… si hay una pensión…
-No te jagas elusiones, Rivasana …-Le cortó Calzones emulando al maestro… -Ta lojará onde le de la real gana, ej un cazo perdío. -Y siguió con los planes: -Ahora, endispués de merendarnos unas papas aliñás, y un corderillo ca guisao la Tere, noj vamos a subí a la sierra, pero ya vestios de “bandidos” ¿eh?… ¿Cómo anda usté de remos, Rivasana?... -Rivasana, enarcó una ceja y contestó bajito mientras Calzones seguía hablando…--Bien…supongo…
-Er venao de marras come en los bajos los bellotines de loj robles melojos, y a la caía la tarde se repecha pa encamarse en lojartos que son mas frescos porque jace entoavía caló. Le visto la verea que lleva y lo vamo a esperá a la vera. ¡Rivasana, lo vaj a dijpará a güebo!.
-Parece fácil , ¿no?. Comentó Serafín mirando alternativamente a los dos.
-Bueno,… fácil…fácil…no és… Que Calzones lo cuenta así muy sencillo, pero primero hay que llegar.- El maestro sacudía la mano derecha como si se quemara mientras hacía este comentario, para terminar diciendo: -Me lo llevo a casa y volvemos para comer y marcharnos. ¿A las una y media está bien, Teresa?. Para comer, digo…
-La comida está hecha, cuando queráis la pongo. -Contestó Teresa desde la puerta.
Calzones confirmó la hora también.
-Que chica mas maja, esta Teresa.- dijo Serafín mientras cargaban los achiperres del coche a la casa.
-Un “cachopan” como diría Calzones. Por cierto, Marta no está en casa. Lleva dos semanas en casa de su madre que está pachucha y Antoñillo está con ella. Así que nos apañaremos solos. ¿Qué te has traido?-Preguntó mirando las fundas de cuero de las armas, que lucían sus iniciales en los lados.
-Pues como no sabía muy bien lo que íbamos a hacer, me he traído la carabina del seis y medio y la paralela del doce.
-¿La Jabalí?
-La misma.
-Verás cuando la vea Calzones…
Se refrescaron un poco y se cambiaron de ropa. Eso era lo que Calzones llamaba “vestirse de bandidos”, porque él se calzaba unas alpargatas de esparto, unos calzones de rayadillo (los de siempre) con los bajos reforzados con tela mas basta (de gastados que los tenia), una pelliza de borrego, y un pañuelo en la cabeza a lo pirata sobre el que se ponía la mascota. Esta era su ropa fuera invierno o verano, que “en invierno no sobra la manta y en verano con no echártela tampoco” sentenciaba.
De esta guisa pero con la pelliza quitada y colgando del zurrón, estaba esperando Mario bajo la parra con un botellín fresquito. En la mesa contigua, unos senderistas se refrescaban y lo miraban curiosos. Alguno hasta le hizo una foto disimuladamente. Por supuesto hasta que Tere les puso por delante el menú del día. En ese momento se olvidaron del resto del mundo.
Antonio y Serafín cruzaron la calle y se sentaron a comer. Dejaron los bártulos en el zaguán por prudencia al ver que había más gente en el emparrado. ´
-La gente que no ha hecho la mili se asusta en cuanto ve un arma. -dijo Serafín
-Como si fueran peligrosas. Las peligrosas son las personas y no las armas. -Se rió el Maestro.
-Antes todo el mundo sabía lo que era un mosquetón, ahora se creen que es una mosca gorda. -Y risotada de Serafín, al que el vino le soltaba la lengua.
Comieron opíparamente. Quizás el que menos Serafín pero porque se había zampado antes medio queso con pan. A mitad de comida oyeron comentar a los senderistas que iban a volver al monte a coger setas. A lo que Calzones comentó en voz baja, -¡Ya la vamos a liá, a que senvenenan!...Tere, jártalos de cerveza que como sean capazes de zubí, estos no bajan.
Teresa disimuladamente se levantó, y les acerco más botellines. –¡A estos invita la casa!
Cuando cogieron la vereda, dejaron a los senderistas, mirándolos de forma rara como asustados de ver las armas, pero con unas risotadas que anunciaban que no iban a poder subir a por setas.
Otro que también miraba, era Calzones a la Marlinncher con visor de Rivasana, -Bonito cacharro trae usted.
-A tu disposición, Calzones, y se la mostró. Lo que tiene es una munición muy ligera y difícil de encontrar. ¿Será bastante para ese venao tan grande?- Y le enseño una bala.
-¡Jobrao! ¡No sen preocupe que va jobrao!. ¡Usté esmerese en meté esa balita onde la tié que meté y verá si va jobrao o no!.
El conde se guardó la bala en el balero del chaleco, ya mas tranquilo con lo que había dicho Mario y se colgó de nuevo la carabina al estilo austriaco, boca abajo, bajo el brazo derecho, con la madera hasta la boca protegiendo el cañón, que quedaba mirando al frente.
Continuaron subiendo y subiendo, algunas veces faldeaban entre helechos secos, y otras veces los helechos estaban verdes como en Galicia, según estuviesen en solana o umbría. Comenzaron con Rivasana en medio, pero ya se había quedado el último y sudaba copiosamente. Calzones paró y dijo : -Amo a jacé una paraita que esta pendiente se laj trae y uno nos depiedra.
-¿Calzones, tu cansao? -Preguntó Antonio.
-¡Coño que paza!, ¿no me pueo cansá?, - Y miraba a Rivasana que ya estaba sentado. Antonio se dio cuenta y comentó. –Pues la verdad es que yo tengo las pantorrillas que parecen dos marmolillos. (En el fondo era verdad, las tenía duras como piedras pero no había querido decir nada). -Terminó sentenciando Calzones:- “Los repechos hay que subirlos como viejo pa llegar como nuevo” que ya lo decía mi janto padre. Así que vamo a dí mas quedaitos pa llegá bien, que aluego er purso se rejiente y no le pegamos a un jerro.
Serafín no comentaba nada porque quería aprovechar todo el aire que le entraba en los pulmones para recuperar el resuello, pero con mucha “dignidad”.
-Señor conde, empresteme la navajilla un momentico.
-Es verdad que eres un caso perdido, Calzones, toma.- Y le pasó la navaja.
-¡Perdone Rivasana, ya no le llamo maj señor conde!. -Y se puso a hurgar en los bajos de un castaño. - ¡Que bien corta la condená!, La tiene bien afilá pero como no le quite los barros se la va a oxidá. -En un pis pas cortó y peló tres bordones de castaño bravío, (las varetas que le salen a los castaños en la base). –Estos chupones jon lo mejón que hay paandá y cuando secan quean duros como er vergajo de…. (se calló a tiempo y no terminó la frase) y devolvió la navaja, con un “gracias señor conde”, mientras que por detrás Antonio se despelotaba de la risa.
Calzones iba mas despacio como el que no quiere la cosa, y de vez en cuando, paraba para enseñarles alguna planta o alguna seta y les decía las cualidades y el nombre. O se agachaba a coger alguna castaña, -Este árbol las tié mu durces . –Rivasana no se podía creer que supiera que castaño las tenia mejores y cual peores, a lo que Antonio comentaba,-¿Pues no sabes tu, en que restaurante se come bien en Madrid y en cual no?¿ Pues lo mismo?. -Y Rivasana pensaba -(-Sí, Sí, lo mismo, lo mismo ¡y un cuerno!).
Después de dos horas y media de cabrear por el monte, dijo Calzones.
-¡Yas tamos!.
-¿Ya estamos, Calzones?, preguntó Antonio.
-¡Menos mal que ya estamos! -Susurró para sí Rivasana y se sentó. Le quedaba justo el aliento para decir en alto;- ¡Bonito paisaje!. -Y se quedó callado mientras se recuperaba.
- ¿Ve usté aquel pechonfrente?, el que baja a los llanos, puej ahí mesmo esta comiendo er venao ahora. –Dijo Calzones, que e había sentado a la sombra de un roble y se secaba el sudor con el pañuelo de cuadritos grises de la cabeza. Se lo metía por el cuello, se refregaba la frente, se lo volvía a poner ora vez en la cabeza y encima otra vez la mascota, también en tonos grises. Calzones decía que no entendía porque la gente se vestía de verde para cazar. -El gris es el mejón coló pa esconderse. ¿Tu jas visto alguna vez un lobo verde?.
-¿Y no nos hemos venido un poco pronto?. -Preguntó el maestro.
-Aquí, comostán tranquilos el cervuno come de día y semcama temprano pa mascá lo cá comio. Los jabatos bajan ahora ar mesmo jitio pa comé y están to la noche comiendo. Nojotros tenemos que está colocaos antes que je mueva er monte, pa nostorvá a ninguno. A mas jeñas er venao que esperamo je planta aquí en diej minuto. Señor Conde, le vapasá entre aquellos melojos questán tres juntos, ¿será capaj de arrearle?. ¿Ostá mu largo?.
-Habrá unos ciento cincuenta metros, calculo yo. No debe haber problema. –Apostilló Serafín, y encaró el rifle apuntando a los melojos, apoyándose en el bordón de castaño. Calzones lo miraba mientras apuntaba, admirando silenciosamente el arma, con dos gatillos, que calzones no tenía muy claro para que eran si había un solo cañón. Pero no preguntaba.
En Octubre, después de la berrea los venados tienen que recuperar los kilos perdidos comiendo todo lo que pueden. Por este motivo están rumiando la mitad del día y se les ve andurrear con las barrigas hinchadas de alimento, que en otoño nunca falta.- Comentó Rivasana en un alarde de demostrar que tampoco era un ignorante en estos temas.
-Tieé razón tu amigo, Maestro. Y a este lo vamos a cascá con el buche lleno. –Y oteaba la barrera de enfrente con la mano puesta detrás de la oreja para oír mejor. –¡He oio algo! Susurró, -¡tol mundo callao!... ¡Ná ¡ …deben haber sio los gazapos… ¡Shiiis!...¡otra vez!...ahí viene er joputa… -(casi no se oia lo que decía), -Rivasana preparado -(casi por señas) y Rivasana se preparó. Estaba sentado a la izquierda de Calzones, y el maestro a su vez a su izquierda. Es decir en medio de ambos. Decidió apoyarse en las rodillas ya que estaba sentado en una piedra bastante baja.
-¡Ahí lo lleva!...-susurró de nuevo Calzones… Pero Don Serafín por más que apuntaba a los robles, con los cuatro aumentos fijos del visor, no lo encontraba en la lente. Entonces sintió un toquecito muy lento y suave en el hombro derecho con la vara de Calzones, y acto seguido la vara pasó al borde superior del cañón, y lentamente presionó para bajarlo. Serafín miro por el visor al bajárselo Mario, y se llenó de venado. El venado no había entrado por donde dijo Calzones sino que lo hizo muy cerca de ellos. Estaba a cincuenta metros escasos. ¡Vaya aparato!- Pensó Rivasana que se había quedado petrificado por el tamaño del animal, pero que con profesionalidad se recuperó de la impresión, apretando a continuación el gatillo sin poner el pelo siquiera.
El venado saltó sobre sus cuatro patas y corrió como alma que lleva el diablo. Serafín acerrojó con rapidez y volvió a apuntar… –No jace farta, está listo. “La metió en er joyito”.
-¿Que es eso “de la metió en el joyito” Calzones?. -Preguntó Antonio,…-que la metió onde la tenia que meté. La dao en tor codillo. Amos a comernos er bocata.- Se sentó en la misma piedra que estaba antes del tiro, colocó el bordón a la derecha en el suelo y agarró su taleguilla. En esta ocasión no había traído escopeta. Entre el Santa Bárbara del Maestro y la carabina del conde “habían hierros de sobra”. Por este motivo el peso que se ahorraba lo había echado en comida y bebida.
Continurá