Esperas al Jabalí


Al norte del Duero

Autor Tema: Al norte del Duero  (Leído 4471 veces)

Desconectado camposolillo

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Al norte del Duero
« en: Octubre 09, 2018, 01:14:23 pm »


Sorbió un tiento al tazón humeante de porcelana verdosa. Ya no quemaba y lo apuró de un trago. Rebañó con la cuchara de madera las migas del fondo, repasó la lengua por los labios y posó la vasija desconchada en la fregadera de piedra. Se vistió la chaqueta y descolgó el zurrón detrás de la puerta. Echó dentro media hogaza, una corra de chorizo, un trozo de jamón con tocino envuelto en un paño, dos reinetas y media cuartilla de vino. Añadió un saquejo de hule que cargó con sal gorda mientras hervía la leche en las ascuas. Del cajón del chifonier metió al bolso tres cartuchos de postas…; “por si acaso”, se dijo.

En la esquina del zaguán reposaban las varas de avellano, amarró una, cerró la llave de la luz y salió fuera. Respiró hondo la brisa de las estrellas. Miró al este. Allá arriba, donde el circo de peñas parecía rozar el firmamento, aún no había atisbo alguno del orto. Colgó el zurrón en bandolera y silbó bajo. A la llamada, acudió presto el Canelo repartiendo rabotazos a la noche. En tinieblas, enfilaron el ejido por la calleja de la cuadra. Se asomó a la portillera entreabierta del establo. Un runrún de vacas somnolientas y los vahos cálidos del interior atemperaron el frescor de la madrugada en el rostro de Anselmo… “Luego, con la amanecida, ya vendrá el hijo al avío del ganado; tenemos hoy que atender otros menesteres más lejanos…”, caviló.

 Y cogió pronto el tranco apaciguado e incansable que solía. Desentumecido por completo del relente, principió el camino del Rebollar. Lo suyo era llegar al collao de Las Cabras con las primeras luces del alba. De allí a la braña, a su ritmo, echaría aun otras dos horas. Principiando las eras marchaba el Canelo por delante, zascandil, rebosante de alegría pero un trecho antes de los robles, serpenteando el camino lo más espeso de las urces, tornó el perro erizado a las corvas de Anselmo. No se movió ni un palmo de junto al amo hasta que, con el amanecer, enfilaron el collado. Y es que la noche quiebra y cercena ánimos hasta que la luz del día los renace y atempera. A su modo, eso debió pasar por el magín de Anselmo mientras se difuminaban las sombras.

Cuando al poco arribaron al horcajo ya se veía bien a tirar. Se detuvieron en el paso. A la luz del alba, los espesinales pardos de brezos, escobas y piornos empezaban a mostrase a los ojos. La cresta cónica de La Corralona reflejaba en halo calizo los primeros rayos. Fresnos, alisos, abedules y serbales doraban las vaguadas. Algún cerezo silvestre bermelleaba esbelto en las riveras. En la solana, los rebollos tornaban verdes en ocre y las hayas más cimeras ya habían desnudado el abesedo. Anselmo miró todo aquello en silencio, apoyado en la vara; sólo viendo, sin atisbo de admiración alguna. Lo hacía a su modo, a la manera de quien se sabe que es y forma parte de algo; no a la del que, de cuando en vez y por un rato, desde fuera, atalaya embelesado, con sorpresa, el esplendor del otoño exultante que agasaja un nuevo día en la montaña. Y Anselmo no estaba acostumbrado a las sorpresas. Así que, con esas, se dio la vuelta, miró la senda que trasponía hacia la cuerda, hincó la vara y reanudó el paso. Le siguió el perrote ya mucho más animado.
 
Los melojos, gruesos y abigarrados, crían a sus pies un sotobosque de brezos espeso e intrigante, nada que ver con el donaire esbelto que las hayas dan al monte abierto. Ya hacía un rato que Anselmo subía la vereda entre ellas. Al poco, la brisa trajo largo el son de las esquilas, promesa cierta de la meta encaminada. Y un poco más arriba, de repente, intenso, el cielo azul emergió de entre los troncos. Los últimos pies de haya se apartaron y surgió el praderío de la braña. Al fondo, bien protegida del ábrego por las ramas de la vaguada, entre verdes y amarillos, aparecía solanera la caseta de madera y piedra con la techumbre retejada de tapines.

Se encaminó Anselmo hacia la choza con el Canelo por delante. Silbó fuerte y largo lo que le dieron los pulmones. Un trote de cascos desherrado se vino monte abajo acompañado por el tolón de las cencerras. Un asturcón negro y apretado rompió al claro. Se paró al perro, piafó fuerte y siguió al paso. Ladró el Canelo. Chistó Anselmo seco. Echó mano al zurrón, sacó la fardela y derramó en la palma una pizca de la golosina blanca. Se vino el caballote, espumeantes los belfos, con el perro, prudente, al lado. Olió la palma y propinó un lijoso lametazo. Tres yeguas pardas oteaban la escena en retaguardia, enveladas las orejas, recelosas del perro. Anselmo acariciaba los pechos del caballo vigilando hacia las potras…

-   ¿Y la Paca, bandido…, dónde tienes a la Paca, eh?

Dejó un puñado de sal entre piedras para quitarse de encima al macho y se dirigió hacia la casa. Subió el escalón del emporchado, tiró de la pita del cerrojo que horadaba en la madera y empujó el ventano cimero. Un tufo a humo y ceniza remojada saludó al viajero. Descorrió la cancela interior y pasó dentro. Una mesa, dos banquetas, los candiles, el jergón verde, la manta palentina, media botella de aceite, una cuarta de anís, el puchero del café, una sartén honda, la trébede y los chismes de la lumbre. Todo como cuando subió los bichos a principios de verano. Un poco más tarde que otros años porque la Paca había parido con retraso y no anduvo fuerte la potranca ni el potrillo para llegarlos antes a la braña.

Sacó la banqueta al portalón con el zurrón de la otra mano. Armó la navaja. Rebanó la hogaza. Apoyó sobre el pan el pedazo de tocino y cortó una raja. Mientras comía vislumbraba a lo lejos, lindando el infinito, muy abajo, entre neblinas perezosas, el pueblín hecho mota en el discurrir inmenso de la montaña. Por encima, los castillos y canales pétreos de La Corralona. Y a ambos lados, eternos laderones emboscados en verdes, ocres y pardos. A su lado, el perro, aguardando las migajas. Y en lo cimero del prado, las yeguas, paciendo la mañana. La escena que al foráneo hubiera obnubilado, a Anselmo no le sobrecogía en absoluto. Sólo maquinaba por adentro…, “coño, ¿dónde andará la Paca?”.

Terminó el taco con un lingotazo a la cuartilla. Metió para dentro los enseres. Cerró el portón, cogió la vara y se encaminó a la trocha por donde bajaron los caballos. A cien metros pico arriba, con el monte acabado, rompían tres canales pétreas que abarcaban los contrafuertes de la peña. Oteó, de uno en uno, los verdegones de pasto entre las rocas. A media cimbra, en uno de ellos, vio la potra pinta, blanca y negra. Pacía tranquila, sin el potrillo al lado… “andará echado al sol entre las piedras…”, pensó Anselmo. Iba a echarle el silbo a la yegua cuando se envaró el Canelo con un viento. Se fue derecho el perro a los instintos y paró entre dos piornos, indeciso, medio puesto, enervado de sorpresa, alerdado. Se llegó el hombre al asunto con intriga, raudo.

Yacía de medio lado, las ancas malcomidas, con los párpados entreabiertos y los ojos desorbitados, los belfos blanquecinos e hinchados. El cuello, a la altura de la gorja, desgarrado. La barriga destripada y todo alrededor lleno de peladuras sanguinosas, pellejos, leña rota y huellas de pelea y cascos. Miró a los altos Anselmo con la blasfemia en la boca. Caviló un rato, dio unos pasos en redondo, sin aparente tristeza, indagando las querencias, rejodido en los adentros pero bastante templado. Y se bajó presto a la choza, entró dentro, subió a la trébede del chimeneo, movió una tabla del techo, alargó el brazo y, a tientas, entre polvo y telarañas, sacó un fardo.


Decidió ponerse en la collada del medio, dominando las canales, entre unos brezos bajizos, a cuarenta pasos del cebo, con el Canelo echado a su lado. Andaba el sol en lo más alto. Pacía la Paca muy arriba, a su aire, sin aparente quebranto… “joder, la potra, qué cachaza”, pensó Anselmo y se recostó entre las urces con el hierro a las piernas y en la cabeza un anhelo. Así, se amurnió un rato.

Debió ser largo porque ya mudaba en sombra el pandero cuando les vio bajar de la peña. Allí, tan alto, eran sólo dos puntos pardos. Venían desde muy arriba, pedriza abajo. Discurrían al paso, como son ellos, uno tras del otro, a la vista imprudentes, aparentemente despreocupados. Se frotó Anselmo los ojos para aclarar campo y amartilló enseguida las llaves con mucho cuidado. No se enteró de nada el Canelo hasta que ya más cerca, de nuevo con el viento, le llegó aviso chivato. Erizó el lomo entonces y se apretujó hacia el amo. Le acarició autoritario Anselmo, siseándole suave, apretando el cabezote hacia abajo.

Aún muy fuera de tiro, se aculó a mear la loba entre dos piornos. El cachorrón, desgarbado, casi más grande que ella, también levantó la pata a su lado. Terminó y escarbó dos veces. Arrancó en abarco la hembra, cerciorándose con el aire de los restos abandonados. Detrás, el macho. El cerco les arrimó la muerte; más venial, si cabe, que la que ellos habían provocado. Pasó un instante, calló el monte, las orejas del Canelo se envelaron.

Venía ahora por delante el lobezno con la otra encima, a su rabo. Cuando asomó el cabezote el primero, Anselmo esperaba encarado. Le dejó seguir y al momento cruzó la loba por el paso. Cerró contra ella la llave, adelantó sin demora el ánima y asegundó al lobo, sorprendido, casi parado. Rebotaron mil ecos la peña escandalizando grajillas chillonas en la cuchilla del alto y, allí arriba, entre piedras, relinchó alertada la Paca. Llamó rudo, ahora sí, Anselmo y se vino la yegua resuelta, a buen tranco.

Ya en la braña, entre dos luces, enjaezó al caballo. Era noche cuajada cuando caviló Anselmo, senda abajo, la recua tras suyo y el Canelo a su lado, que el otro día, en el bar del pueblo, algo dijeron algunos sobre no dejar cazarse, sólo por este año, los lobos del Duero a este lado…, “Veremos”, pensó e hincando la vara, apretó el paso.


« Última modificación: Octubre 09, 2018, 04:35:04 pm por camposolillo »

Desconectado PLA

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #1 en: Octubre 09, 2018, 02:43:05 pm »
Que bonito relato compañero Enhorabuena!!

Desconectado PIKI

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #2 en: Octubre 09, 2018, 05:25:59 pm »
Cuanta naturaleza y horas pasada en ella y sobre todo cuanto amor por ella trasmite tu relato,por no hablar del manejo del lenguaje.
Una maravilla que no puedo dejar de agradecerte por compartirlo.,Campolosillo
Y a proposito de tu "  VEREMOS    "Mi reconocimiento a quienes sufren los daños que el lobo ocasiona y solo tarde ,mal y poco consiguen cobrarlos

Desconectado pip`s

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #3 en: Octubre 09, 2018, 07:30:14 pm »
Leo en el encabezamiento del post "Iniciado por Camposolillo" y empiezo a segregar babas como el perro de Paulov.

¡¡A fe mía que no defrauda su prosa¡¡

¡Muchas Gracias por la perla de esencia! ¡Qué Maravilla!

Un Abrazo fuerte maestro y prodíguese un poco más, que estamos faltos de relatos como este.

De nuevo Gracias.
Soy cazador como soy moreno, como la Sinta es bizca. Bueno o malo apechugo con ello. ¿Que otra cosa podría ser?
(El mundo de Juan Lobón)

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #4 en: Octubre 09, 2018, 07:50:03 pm »
Sus relatos, estimado Camposolillo, son el fiel reflejo de la vida campesina con toda su primitiva sencillez.


Yo soy amante del campo, de esa vida, de ese primitivismo y de esa sencillez. Será por eso que disfruto tanto con sus relatos. Solo hablan -y cómo- de lo que yo amo.

Pasarán los días, lo volveré a leer y volveré a disfrutar. Muchas gracias.
¡Larga vida a la caza!

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #5 en: Octubre 10, 2018, 09:51:14 am »
Una delicia de relatos, como es habitual en los tuyos.

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #6 en: Octubre 10, 2018, 08:29:43 pm »
Muy bonito.
Enhorabuena.

Desconectado Fozzie

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #7 en: Octubre 11, 2018, 01:35:03 am »
Me avisó “un pajarito”:
Atento que ha caido un relato de los buenos...
No erró, una delicia su lectura.
Enhorabuena!!

Conectado Jondalar

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #8 en: Octubre 11, 2018, 10:45:28 am »
Gracias Camposolillo por el relato, magnífico. Que de sentimientos encontrados me producen estos animales...

Desconectado Pedro Moreno

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #9 en: Octubre 12, 2018, 05:39:59 pm »
Impecable y magistral relato, desmenuzando cada detalle y moviendote por cada recoveco de nuestro querido campo.
Cazador de silencios en las noches tenebrosas.

Desconectado adol

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #10 en: Octubre 13, 2018, 09:35:35 am »
Buscando tiempo he estado para disfrutarlo. Muchas gracias por estar aqui y compartirlos.
Si abates la mitad de lo que tiras, eres muy bueno, pero si tiras, solo, a lo que puedes abatir, eres de lo mejor.
La caza, la pesca y cuidar nuestro entorno, son nuestras herencias, respetemoslas.

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #11 en: Octubre 19, 2018, 07:28:14 pm »
Cuanto campo entre lineas.

Gracias por compartirlo y mi enhorabuena.

Un saludo.

 
"Para tener enemigos no hace falta declarar una guerra; solo basta decir lo que se piensa".

Martin Luther King

Desconectado Angel

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #12 en: Octubre 23, 2018, 10:00:56 pm »
Magistral!, un  placer leerte, gracias por compartirlo.

Desconectado luquec

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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #13 en: Abril 10, 2019, 08:48:24 pm »
Sin palabras, Camposolillo, me deja usted sin palabras. Solo con la obligación de agradecerle los buenos ratos que sus relatos me dan.

Muchas gracias.

Desconectado Buhogris

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  • Lo que cada uno aporta aqui queda.
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Re:Al norte del Duero
« Respuesta #14 en: Abril 16, 2019, 10:53:47 am »
Me ha costado lo mio encontrar el tiempo necesario,pero como lo he disfrutado  :).La riqueza del idioma castellano parece estar hecha para deleitarnos con tus escritos.Nadie como tu,sabe combinarla con esa sabiduria campera que tienes,para obsequiarnos con tan magnificos relatos.Una vez mas,querido amigo, gracias  ;).
"No subestimes a tu presa y prepara su caza,como el mayor de los retos"

 

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