Ya decía yo que los "cebaderos" del Tioluna estaban poco tomados últimamente...
Siguiendo los rastros por fín encontré el destino de sus moradores...
Me presento de nuevo, tal cual lo hice en aquella otra "mancha":
Buenos dias Foreros!
Permítanme unas breves líneas para presentarme.
Tengo 29 años de los que he pasado 20 haciendo esperas a los cochinos, me definiría como un auténtico enamorado del campo, de los animales y de la de la caza. Desde muy pequeñito tuve la suerte de que mi padre me llevara con él a todos lados y me fuera enseñando a conocer, amar y respetar el campo y todo lo que le rodea.
Soy de los que piensan que el verdadero cazador es aquel que disfruta del lance por encima del trofeo, que después de quince esperas fallidas vuelve con la misma ilusión a su lugar de aguardo y que, cuando por fin le entra el cochino y comprueba que no pasa de los 40 kilos, es capaz de levantar el rifle y disfrutar de él, sabedor de que a "ese" aun le quedan unas cuantas lunas por vivir.
Disfruto de un buen dia tras las perdices, las de verdad, no esas que salidas de las granjas van poblando cada vez más la peninsula, me apasionan los rechechos en terreno abierto, salir de madrugada con la mochila, el rifle, los prismaticos con la única compañía de mi fiel "Rubi" (mi teckel) y andar tras los venaos, los gamos y las cabras, los corzos y los cochinos hasta que el sol se vuelva a poner. Noto los latidos de mi corazón cuando, de monteria, oigo romper al cochino que huye de la ladra directo a mi postura. Me levanto a las cinco de la mañana para llegar de noche a la "bajada" de los zorzales hacia sus comederos y maldigo mil una veces cada tiro herrado por su constante zigzageo. Pero por encima de todo, con mas de 300 esperas a mis espaldas, sigo temblando como un niño cuando al caer el sol oigo tronchar esa rama que anuncia la inminente llegada de ese visitante que con tanto interés espero!
Y sin lugar a dudas, me considero un auténtico afortunado de poder compartir esta forma de vida (para mi la caza no es una afición) con mi padre, mi maestro y mi mejor compañero en el monte. Para alguién como yo, que por su profesión se pasa 12 horas al día encerrado en un despacho, los momentos en el campo saben a gloria bendita. Y esque, como suelo decir, esos momentos son sin lugar a dudas "un trocito de cielo".
Sin más me despido de ustedes, con ganas de compartir mis experiencias y aprender de las suyas. En breve colgaré varias fotos de un par de cebaderos que reciben la visita de un par de buenos cochinos a los que espero poder ganar la mano en breve.
Un saludo y buena caza!