Eran las 18:35 de un soleado domingo de abril con la viña empezando a brotar en requena. Tras un tranquilo paseo comprobando el efecto devastador de las últimas heladas en la cosecha de almendra, me encaminé hacia el solar donde se alzaba hasta hace dos días la "casa grande". Allí primer mal presagio de la tarde, en un visto y no visto el viento que hasta ese momento soplaba tranquilo del mar dio un giro inesperado de 180 grados, parecía como si el sol se hubiese enterado de mis intenciones para esa tarde e intentase empujarme de allí.
Tras mirar mi reloj y rememorando las experiencias que vivieron la semana anterior, donde un solitario cochino decidió "romper" de su encame aun con el sol sobre los romeros, tome la decisión de encaminarme hacia lo que iba a ser mi postura de aguardo esa noche. Una antigua paridera sobre la que descansaba una plancha metálica cubierta con ramas de romero y aliagas me permitía ocultarme de los curiosos ojos de las reses a la par que me ofrecía algo de resguardo del delatador viento.
A los cinco minutos un pájaro perdiz irrumpió altivo en la postura, alzándose sobre las piedras del cebadero ofrecía una imagen cuya belleza no se puede describir con palabras, los rayos del sol bañaban el azul de su pecho ofreciendo una imagen de dominio, poderío, casta, bravura... Acto seguido apareció su hembra que bajo su atenta mirada comenzó lo que sería su cena.
Aun estaba yo mirando con los prismáticos a la hembra cuando irrumpieron 3 machos más con la única intención de usurpar los favores de la hembra a nuestro gallardo macho. Cuando este se dio cuenta de su presencia "blincó" de su púlpito y se dirigió hacia ellos como si una carga de Atila y sus hombres se tratara, cual debería ser su estatus que en una batalla de uno contra tres salió victorioso y los tres usurpadores huyeron despavoridos de ese su terreno. Volvía el macho con la cabeza erguida y cantándole a las encinas su victoria cuando un ligero chasquido en el testero llamó la atención de los habitantes de la Sierra.
Tenso silencio, 30 segundos y un segundo chasquido. No podía ser, eran aún las 20 horas y el sol aun brillaba en lo alto. Unas piedras rodando confirmaron que algo merodeaba la zona. Cuando me doy cuenta de que sobre el rifle estaba montado el visor nocturno!!!! En completo sigilo metí la mano en el morral y acerté a palpar el "Tasco", me dispuse a desmontar sin hacer el más mínimo ruido el nocturno y a colocar el otro en su lugar. Tensión...
En ese momento el monte se movía hacia la siembra, algo entraba!!!!..... Ya estaba todo dispuesto, el rifle perfectamente apoyado, el seguro quitado y la cruz puesta en la senda por la que intuía podrían aparecer. De repente, silencio de nuevo... a los dos minutos decepción... 4 muflonas... que preciosas me acompañaron ramoneando por los alrededores del cebadero hasta bien entrada la noche.
Los cuatro animales comiendo y jugando entretuvieron la noche. Pasaban los minutos y el pesimismo se adueñaba de mi.
Lamentando quizá no haber esperado a una mejor situación del aire. Se hicieron las 22 horas y la muflona dominante decidió que había llegado el momento de retirarse hacia otro lugar, no sin antes pasar por la piedra de sal y propinarle un buen par de lengüetazos.
Calma de nuevo, se acercaba la hora de recogida, y a la hora acordada conecto el walkie para contactar con mi padre que se encontraba a un par de kilómetros de mi postura. Confirmamos la recogida y me quedo esperando en silencio su llegada.
Silencio de nuevo...
No habían transcurrido tres minutos desde la llamada cuando de repente... "Clik" a mi derecha, otro chasquido, y otro, y otro... otro más, directo al cebadero. Tensión.... Ahora si, esta vez no se puede escapar me decía, comprobé el viento y perfecto, el guarro entraba de donde no debería pero eso me venía bien. El corazón latía con tanta fuerza que tenía la sensación de que el guarro lo iba a escuchar.... Ya esta entrando... si entra ya me da tiempo de tirarle antes de que llegue mi padre al coche y venga hacia aquí. Otro chasquido!!!! Ya casi esta!!! no le deben faltar ni dos metros!!! Seguro fuera, rifle encarado y dedo en el gatillo... De esta no te escapas me decía! Otro arranque y ya está.
Silencio de nuevo... tensión, pálpito, nervios... cuando de repente racha de viento de levante. Máxima quietud, el corazón se me salía del pecho y entonces... desde su más adentros el cochino soltó un bufido delatador y corriendo volvió por donde había venido.
Maldiciones, lamentaciones y otra serie de improperios, que tras unos minutos cambiaron y se transformaron en admiración hacia el suido. Una vez más había ganado, lo había hecho por su experiencia, porque más de una noche entró directo al comedero y alguno de sus hermanos acabó mal parado, lo había hecho porque ya conoce al hombre y como este se las gasta, lo había hecho porque en ello le iba la vida!
Tras avisar a mi padre que esperara aguanté 15 minutos por si volvía, engañándome a mi mismo, porque sabía que me había ganado, que esa noche había perdido.
Recogí mis “trastos” y me fui camino abajo, una sonrisa en mi rostro no era sino signo de felicidad. Estaba feliz, admirando la astucia del cochino, por dentro me repetía: que bonita es mi pasión, que bonita es la caza!!!
Una más...
Campero.