Esperas al Jabalí


MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.

Autor Tema: MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.  (Leído 6722 veces)

LOBACO

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MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« en: Octubre 03, 2016, 08:27:47 pm »


 


A todas aquellas personas que jamás creyeron en mí

A esas ya les dedico otro día
Hoy será para la gente que me aprecia tal como soy
O precisamente por eso.


Quién no haya visto jamás cazar a un camaleón nunca podrá entenderme, ni hacerse una idea siquiera. Ese soy yo ahora mismo un enorme camaleón, moviendo la cabeza a la misma velocidad con que los girasoles tornan su cabeza al Sol. Bamboleándola adelante y atrás hasta conseguir fijar la vista en mi contario. El cochino recio, arocho, macizo, negro, colmilludo tiene el morro y la frente canos relucientes a la luz de la luna. Lo he visto entrar de reojo casi de puntillas, iba a recetarse de bien de maíz y se ha encontrado al camaleón quedando convertido en estatua a cinco escasos metros de mí. Me mira fijamente sin mover un solo músculo, por dos veces aspira el aire con su trompa para intentar descubrirme sin conseguirlo, no sería un buen camuflaje si pudiera dar conmigo con su olfato. Tengo el rifle en el suelo por si las moscas y el arco en el regazo por si pintan bastos, el cebo más abajo entre 20 y 25 m oculto entre las sombras. Volvemos a mirarnos intentando descubrir nuestros ojos y así pintar otra roca, otro abrigo, 
otra pared de una gruta  donde cazador y presa se encuentran en mitad la noche, en la de los tiempos y esta misma. Para repetir otro millón de veces más una escena tan cotidiana como real, tan hermosa como cruel como la vida misma. Dos minutos después se marcha gruñendo tan quedamente que ni siquiera espanta al que está abajo desde hace una hora sin atreverse a entrar al maíz. Tampoco al que entrará media hora más tarde por sus pasos y se descolgará ladera abajo sin osar entrar al cebo.
Ha sido mi primera espera con arco y a pesar de no haber tirado he quedado más que satisfecho, dominando la situación en todo momento. Levantándome varias veces sin ser descubierto, he comenzado mi andadura tirando mitos al suelo haciendo las cosas a mi modo, para mí mi objetivo vital. Dejo el sitio cuando vienen a llamarme a mi eventual atalaya Murciana con la agradable sensación de que volveré para dar caza a una de aquellas bestias. A pie de una impresionante montaña que un día todavía no sé cuando pondré mis pies en su cima para conquistarla.   
Cuatro meses después cuando estoy a punto de hacer la segunda las cuerdas de mi arco estallan durante el vespertino entrenamiento llevándose con él ilusiones, disparador, loop, astillando dos de las cuatro palas y dejándome un sutil recuerdo en la mejilla. La primera idea fue la de hacer las cuerdas nuevas y las hice pero personas más versadas que yo me advirtieron que  montarlas de nuevo era jugarme seriamente el tipo. No pude evitar venirme abajo, después de tanto aprender, entrenar y prepararlo todo por segundo año me fallaba el puto arco. Lo colgué de la pared para verlo hasta el fin de los días, ahí sigue y ahí quedará.  A decir verdad poco o nada me pesa, jamás llegue a entenderme plenamente con él, jamás encontré lo que busqué más allá de dos tardes buenas. Y doy por bien empleado el dinero gastado con todo lo aprendido, está y estará donde debe.
Resignado cogí el rifle, mi magnifico .300 capaz de matar a 500 metros para colocarme a diez. Menos mal que uno se cree sabio o ducho al menos en adiestrar perros y elegir esposa. La mía sabia como pocas temiendo con razón que descolgara el arco, lo montara a escondidas y me partiera la cabeza con él me regaló otro. Mientras llega espero aquí en la charca a que entre algún cochino.
COCHINILLO ASADO.
Mansa sin demasiado alboroto como alargando un suspiro leve cae quedamente la tarde de un día insoportable de monótono calor. Mientras los mosquitos intentan encontrar huecos por los que clavarme la cara con su trompa una pareja de tortolillas se me aparece. Se posan en el pino desde donde han de entrar los cochinos a unos ocho metros de mi silla, una me mira y desconfía un poco pero se arroja a beber, la otra espera, la llama y se largan las dos juntas en busca de otro estanque. El Sol exhausto de repartir tanta calor termina por desaparecer del todo dibujando una preciosa aureola sobre la vegetación que perfila el horizonte. Una irregular e indiscreta raya que parece haber trazado un inocente niño entre la sutil inexperiencia y la cándida hermosura. El chotacabras croa sobre mi cabeza deslizando su etérea silueta sobre lo que hoy es rastrojo y hasta hace bien poco una preciosa y verde siembra tupida y rica en bichejos que llevarse al pico. Tendrá que conformarse con famélicos mosquitos y con suerte alguno lleve sangre medio lobuna en su panza para variar menú. A lo lejos un cárabo y algo más al sur un gran duque clavan su canto en la ya oscurecida brisa vespertina. Este año los aires me está siendo más que propicios, creo que la naturaleza quiere recompensarme por algo bueno que le haya hecho o tal vez por no hacerle nada malo.
Ya es de noche, más la negrura nunca será completa en esta parte del coto, el relumbre que escupen las nubes sobre el rastrojo lo impedirán y la claridad será como de media luna. Las pisadas que encontré de mañana en el cubierto y fétido lodo eran pequeñas, anárquicamente repartidas por el exterior, típicas de animales inexpertos. El interior del manantial  es una intrincada red de canales y túneles abovedados por manojos de juncos el refugio ideal para los cochinos, un auténtico S.p.a. El pino no tenía navajazos sino algún que otro bocado y viejo ya de días.
Escucho un tarameo, son al menos dos y vienen gruñendo al unísono acompasadamente para parecer más grandes y fieros lo cual los delata huérfanos. Gruño yo por lo bajo es mi particular manera de cagarme en “tos los muertos” de los matarifes que por aquí hacen carrera un año detrás de otro. Vienen a cobijarse en la sombra del pino antes de entrar al agua así que levanto el rifle apuntando al hueco que dejan sus ramas más bajas. Muy nerviosos entran al visor, con el miedo a flor de ojos, de piel y pezuñas. Temerosos de no saber que les espera, de ignorar como defenderse ante un efluvio extraño que han olido por allí, de no saber como actuar a falta de una madre protectora. El primero parece más grande a pesar que lo medio tapa una aliaga, le apunto y sin encender le arreo un tirascazo que lo empuja medio metro por el suelo y quita todo el hambre de golpe a la desamparada criatura. Busco al otro y lo veo correr levantando polvo por la retícula, sin dudarlo bajo el arma. Era casi un rayón y yo no mato rayones ni con un palo, ni con arco y mucho menos con un .300 que deben quedar como carne picada. Me temo lo peor, me acerco hasta el finado animalejo lo cojo de una de sus traseras patas y las cosas no me cuadran. O yo estoy muy fuerte o el animal apenas sobrepasa los 20 kg cuando lo levanto con una sola mano sin esfuerzo. No llego arrepentirme de quitar un animal que pronto estaría sin comida en mitad del crudo invierno conquense pero no es ni de lejos lo que había venido a buscar. No estoy contento, he de soltar los perros para que lo muerdan y llevarlo a mi casa para descubrir una tierna y blanca carne que estará estupenda frita o braseada. Y eso que el primer pensamiento fue cocerlo para mis perros, por parecerme ni ser ni digno ni merecedor de una presa tan tierna y desvalida.
A RAS DE SUELO.
Mi último invento está casi listo, a falta de forrar los cojines lo demás puede ponerse en campaña. Meses me ha costado idearlo y construirlo a partir del carrito de bebé que hace mucho ya dejó mi LOBETE para caminar tras mis pasos y dentro de poco saltarme por encima. Una vez todo montado y recogido en el arnés salgo arreando para la charca dejando el coche lejos y en alto por si Aquiles ve algo y le da por ladrar. Camino por una vereda estrecha y hermosamente adornada por cientos de girasoles, los que están tronchados delatan claramente los pasos de los cochinos. Llego a un collado y desciendo unos ciento cincuenta metros hasta colocarme en medio del rastrojo de yeros con los pajones aplastados a unos veinte metros de la charca. Es un vado donde se remansa el agua y pasan las maquinas de vez en cuando a rajar la tierra con sus arpones metálicos cuando no a esparcir el veneno fitosanitario. Pipas y mas pipas hasta donde la vista alcanza y un sonido al troncharlas de sobra conocido. No ha esperado ni cinco minutos desde que dejé de hacer ruido para delatarse, parece que tiene hambre o prisa por darse un baño para librarse de los molestos aguijonazos de insectos y ácaros. Ensimismado en el sonido recurrente y recorrido que delata claramente por donde carea mi objetivo cae la noche sin darme cuenta de ello. Soy todo oídos, los tejones que deambulan por la charca ya no me confunden, más bien entretienen y ayudan a mantenerme despierto. Un gato montés cruza el yermo rastrojo a pocos metros de mi figura, nada que temer a ser descubierto con el aire en la frente y el parapeto reflectante soy más que invisible. Me siento reconfortado y pagado del tiempo y el dinero invertido, en medio de aquel desierto incapaz de esconder nada mayor que una rata.
El cochino está cerca muy cerca, no se atreve a entrar todavía pero merodea a poca distancia a juzgar por el ruido de la hojarasca cuando roza su corpachón. Debe ser grande por los zapatos que marcó en el barro y el poco ruido que hace al rozar, pero el ruido del “tronche” no es indicativo de tamaño además de que los grandes no suelen armar tanto estropicio. Mi arco sediento como yo de “hacer chicha” reposa sobre un forro polar que de momento me sobra. Arrebujado en mi “adredon” como estoy, en manga corta para tener libertad de movimiento si llega el caso pero bien tapado para no coger frío. El agua es ahora un disparate de gruñidos y chapoteos que tienen acojonada hasta a la más recia de las ranas que hace un rato croaban harmoniosamente y ahora no osan decir ni “mu”. Entre tamboriles guturales de tejón y carrizos aplastados  a toda prisa distingo el palmoteo y de unas orejotas. Me pongo a cuatro patas sin el menor ruido, sin nervios ni dejar de estar atento de oído a los ruidos que provienen del agua. Agarro firmemente el arco transmitiéndole toda mi confianza a su recia empuñadura, es una máquina pero de momento no falla. Me arrodillo hasta que mis maltrechos y doloridos tendones protestan y se joden porque no les queda otra, abro el arco anclo el labio y apunto a la charca. Veo perfectamente todo a mi alrededor excepto los escasos cinco metros cuadrados donde se baña el jabalí y que de tonto no tiene un pelo. La negrura impenetrable me obliga a encender mi roja linterna para descubrir apenas dos metros donde apuntaba un primal canijo de no más de 30 kg, solo como la una como es tradición por aquí. El tío sale cuál tren del AVE de los que pasan a 250 por debajo de mi casa y el cabrón de mi dedo aprieta por su cuenta el gatillo mandando una flecha a criar entre las pipas.
Me incorporo enfurecido acordándome de todo lo “acordable” a viva voz produciendo un silencio que me hace ser consciente que mi disparo no ha alertado al personal. Me siento, echo un trago de zumo, una meada y me zampo un pastel de queso de cabra y simiente de amapola. Enfurecido como estoy barajo la posibilidad de dejar la espera para premiar mi torpeza pero decido quedarme hasta que el dueño de los zapatones aparezca entrada la madrugada o hasta que amanezca total ya que más da. Es la ventaja de ser un espíritu libre en una noche como aquella hecha a medida para sentirse libre. Tumbado en el mismo suelo que me vio nacer como CAZADOR hace ya más de veinte años y como homínido hace ya miles.  Con mi cuchillo bajo la almohada, las estrellas encendidas para que velen mi sueño y custodien mi arco duermo “a pata suelta” despertándome dos veces para comprobar que todo está en su sitio y en la charca hay solo tejones.
Un rato antes del alba abro de nuevo los ojos y me recuesto de nuevo en mi postura, el aire fuerte y frio me despeja obligándome a quitar el forro a mi arco para taparme. Otro trago, otro pastel y otra meada y Espero pacientemente hasta que amanece. Sale el Sol para coronar las espléndidas montañas que forman la Serranía Alta y que parecen mucho más bonitas desde mi atalaya. Cuando decido levantar puesto, buscar la flecha y traer el coche para cargar los trastos son casi las nueve. Suelto a Aquiles que me mira con reprobación por dejarlo encerrado tantas horas pero una vez pega su nariz al suelo se le olvidan los pasajeros rencores. Espera encontrar el rastro de un guarro muerto o herido pero tendrá que ser otro día. Hoy habrá de conformarse con la hermosura de las gigantescas y codiciadas flores a la luz de Lorenzo y un buen plato de morro en cuando lleguemos a La Lobera. 
 

LOBACO

  • Visitante
Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #1 en: Octubre 03, 2016, 08:29:17 pm »
 CAMINANDO ENTRE BESTIAS.
Tienen la parcela empezada por varios sitios, varias entradas bien por el monte, por el rastrojo o por la siembras aledañas y una minúscula charca profundamente horadada a diez metros escasos de ella. Las huellas tampoco daban esperanza de un orondo visitante quitándose las calores en ella pero las demás charcas que conozco están fuera de la ley y demasiado expuestas para arriesgarse. Con el arco todo cambia y un primalete de 30 kg se convierte en un machejo de 60 si logras hacerte con él. Esta noche con la linterna cogida con bridas, la confianza a prueba de bombas, el instinto a flor de piel y mis escasas facultades vengo a esta siembra por vez segunda.  El aire vuelve a ser mi aliado una vez más, cada vez estoy más seguro que quiere decirme algo.
La caída del Sol espectacular sobre los montes y los “cocotes” de las pipas manchadas con su anaranjado fluido que derrama pintándolas generoso. <Muérete ya so cabrón que con la marcha que cualquier día nos achicharras>. Ni siquiera con mis Dioses puedo dejar de ser malhablado es lo que tiene decir siempre la verdad, la inexcusable, la urticante verdad, la verdad del niño del borracho y del CAZADOR>. Un corzo acatarrado sale del lugar donde aparque el coche y comienza a ladrar como si estuviera loco, parece una bruja histérica, casi un cuarto de hora vocea hasta que se calla. Una pena que Aquiles no sepa abrir cerraduras porque él solo se basta para tenerlo hecho chorizos cuando fuera yo a recogerme.
La noche se cierra y salen de farra los omnipresentes tejones, van y vienen con su letanía de gruñidos guturales y tamborileos regruñendo y soplando cada vez que dan con el recio olor mis pasos. Un rato después los mismos cochinos que dos noches antes espanté con mi torpeza y después corrí con el coche por los rastrojos hacen acto de presencia. También huérfanos como es costumbre en estas tierras. Aflora la emoción, los nervios duran menos de lo que tardan los guarros en tronchar las primeras pipas. Entre el resplandor de las luces del pueblo y el medio kilo semanal de arándanos que llenan mis ojos de proteínas puedo ver mucho más lejos de donde los escucho. Centro mi atención en el más grande, es más taimado y más difícil de sorprender pero el otro es tan pequeño como el último que maté, si puedo elegir me quedo con este y si no iré a por el otro.
Se escuchan enredar y gruñir para localizarse el uno al otro, sin mover una sola torta que delate su posición exacta para buscar un hueco entre los tallos. En una de sus idas y venidas abro el arco, apunto al callejón donde lo espero y enciendo sin que dejen de hacer ruido por más de un minuto; no los veo desarmo y descanso. Deben entrar al agua pero mucho me temo que me encontraran en medio y saldrán “echando hostias” así que valoro la posibilidad de ir a buscarlos. Enciendo tres veces más hasta que decido ir a rececharlos en medio de aquel mar de hojas secas que crujen como pan tostado. Me incorporo de la silla y coloco los pies en posición, alumbrando el suelo para memorizar el camino y esquivar así las hojas caídas y secas. Sin dejar de escuchar los ruidos comienzo por echar un pie tanteando el suelo antes de descargar el peso y contorsionarme para esquivar las tortas de girasol que crujen solo de mirarlas. Dos, tres cuatro pasos, crujido y parón, los sonidos cesan y yo me detengo a esperar acontecimientos. Tres minutos después vuelven a masticar y yo reemprendo mi acercamiento. Estoy a menos de diez metros del animal, tenso el arco anclo y alumbro sin llegar a verlo, justo donde debe estar el guarro se vuelven más tupidos los girasoles. Continuo el acercamiento en paralelo pero al intentar ponerme en su línea rozo una hoja estrepitosamente y se callan los dos, el más lejano sigue comiendo pero mi presa se evapora en el aire.
No queda otra que acercarme a por el otro animal a sabiendas que es algo más chico. Avanzo pausadamente sin hacer apenas ruido, poco a poco hasta colocarme a menos de diez metros del bullicioso mascar. Me detengo a recuperar la calma y no trasmitirle la tensión que llevo por el acercamiento, evitando mirar hacia su posición para que no se sienta observado. Debería verlo ya no estará ni a diez metros, me relajo abro el arco, anclo, apunto, enciendo y nada no se ve el cochino esta tan cerca pero tan oculto que es inalcanzable. Intento acercarme un poco más y se larga regruñendo pausadamente con “voz tan infantil” que de haberlo visto tampoco lo hubiese tirado.
La perlada noche de parpadeantes estrellas me reconforta un poco del cabreo al apercibirme una vez más que ando por un mundo de bestias. De bestias que nunca deberían estar armadas con un rifle cuando su ignorancia es quién los dispara. Sin tener ni puta idea que al privar de la guía y el amparo de sus madres estos animales acudirán a comer al mismo sitio cada día aumentando los daños en lugar de zanjar el problema. Lo peor es que sus actos los transmiten a las nuevas generaciones que lejos de actuar con cordura repiten el mismo patrón indecente. Peor para ellos  porque salvo urgencia o fuerza mayor no contaran en el campo conmigo para nada más que encontrar la puerta de salida. Antes de levantar el puesto miro hacía  el monte más alto y le doy las gracias, solo yo sé porque lo hago.
LA MIEL Y LA HIEL.
Dicen que Septiembre es un mes nefasto porque lo peor de la vida vuelve a comenzar tras las vacaciones. El trabajo, las clases, llegar a fin de mes sin un duro, volver a ver el careto de tus vecinos y parientes “más queridos”...  Y lo peor volver a sentirte atrapado en una vida que no te pertenece cuando  unos días antes pensabas que eras libre. Para mi es el mejor de todos, tras las vacaciones,  las salidas de caza a palomas y cochinos el año, el otoño con el invierno a las puertas y el movimiento vital del cazador comienza de nuevo. Cesan las calores y las primeras lluvias cuando las hay exentas del frío helador del invierno al igual que las setas son todo un regalo para los sentidos. Por eso año tras año retorno al pueblo la última semana hábil de la Media Veda para darle el finiquito y de paso hacer las últimas esperas de pipas y rastrojo.
Oculto en la misma siembra donde las ya cada vez más ruidosas y tostadas tortas me esconden, donde hace cuatro días receché a los “pequeñines”. Esta vez con el rifle para tumbar al “ufalo” que deja sus zapatos marcados en el barro de la charca. Sigo poniéndome cerca pero este bicho entra rápido y tapado dando pocas oportunidades, además que tengo el pálpito que esta noche debo llevarlo. Mientras anochece y los tejones me buscan malhumorados cruza por el vado un conocido coche y se aleja sin haberme visto. Yo tengo el mío a quinientos metros y también he cruzado el vado del pequeño y seco riachuelo. Escoltado por sendos robles ocupando el lugar de la chopera que sin duda medraría en aquél lugar si hubiera agua en lugar de reseco polvo. El rastrojo a ambos lados del vado lo convierte el paso en un cruce de caminos de  vehículos y gentes montunas.     
No hay señales de los cochinetes ni aunque las hubiera serían mi objetivo, hoy vengo a llenar el arcón y si tiene buenos piños los guardaré para hacer ese collar que prometí a mi mujer con el primer macareno que tumbara. Pasa una hora, dos, tres y ni rastro de vida gorrinera, ni siquiera el corzo marica y acatarrado del otro día se ha dignado a “ladrusquear”, tal vez esté en cama con gripe. Llevo solo tres balas de las cuatro que me quedan y con una debería sobrarme. El frontal se me olvidó pero no lo echaré de menos con la lunaza que va a lucir dentro de poco. Tampoco creo que haya nadie a estas alturas por aquí escondido con un rifle si ya no quedan piaras que destrozar, madres que matar ni rayones que dejar huérfanos. Pasa otra hora y aunque los “siento” cerca no los veo, tengo el presentimiento que aunque estén y no sepan de mi presencia no entrarán al agua. Acaso tengan ellos la misma duda y aunque no me vean me intuyan y no quieran jugarse el pellejo.
El reloj del pueblo marca las doce y yo levanto puesto, recojo la silla, la mochila y salgo de la parcela arrollando las pipas con estrepito. Normalmente salgo en silencio pero hoy tal vez por ser la última y pensar en no volver en meses delato mi posición sin recelos. Una de esas veces que hago algo sin saber muy bien porqué pero con la seguridad que servirá aunque no tenga idea para qué. Todavía no he recorrido cincuenta metros por el mondo rastrojo cuando “siento” un movimiento justo enfrente, al pie de los robles que cercan el riachuelo reseco que debo atravesar. Me acerco sin apretar el paso y a unos sesenta metros se escucha otro refregón más fuerte, enciendo y la estampida es instantánea. Son cuatro y para mi gozo la primera es una enorme cochina que hace de guía y madre. La dejo escurrirse hacia el monte cojo el codillo del primero y castaña, sigue corriendo disparo sobre el segundo y tampoco cae mientras caigo yo en la cuenta que no he corrido la mano siguiendo su carrera.
Ya se han ido cruzando un escarpado monte hacía el coto de al lado, estoy seguro de haber acertado al menos a uno por la cercanía pero es muy raro que no esté su cuerpo tendido. Escucho un bufido y meto la última bala en recámara, oigo un jabalí bajando del monte al rastrojo unos ochenta metros delante mío. Con el foco apagado lo oigo resoplar y caminar despacio hasta que enciendo y veo como se dirige al mismo barranco donde yo he de pasar para volver al coche. Un segundo antes de que baje le apunto y le envío la última píldora que  aún estando casi parado no hace mención de recibir. Me quedo a oscuras sin munición, sin frontal que ilumine mis pasos y con un cochino herido oculto en el barranco que he de cruzar y que descubrirá mi posición en cuanto me mueva. Recojo las vainas y traspaso el oso negro de la mochila al cinto porque siempre será mejor llevarlo a mano, emprendo la marcha con la tensión y las orejas clavadas en los ruidos que salen del barranco. Al llegar al coche me dan ideas de coger la otra bala que queda y meterme al barranco a por el bicho pero desisto porque si está empanzado como creo hacerlo huir sería un error de novato. Mañana estará tieso y recogerlo con mi hijo y mis perros me hará olvidar el mal trago de dejarlo herido, ojalá y lo hubiera hecho en lugar de la chapuza que hice.
Al rayar el Sol me levanto y con una barrita energética entre los piños que hará las veces de desayuno arranco mi “landrover” con rumbo al barranquete a cobrar mi jabalí. Estoy casi seguro de que estaba empanzado y a estas alturas tieso pero aún así echo la maverick de corredera, además del chico y los dos perros. Cinco minutos después aparco tras pasar el vado a cincuenta escasos metros del punto donde entro el guarro al barranco cargo el escopeto y ato al teckel con su collar y traílla de rastreo. Aquiles se niega a caminar mientras ve en mis manos la negra y ruidosa escopeta, las salidas a palomas en las que me ha acompañado le han dejado bien claro el peligro que tienen sus truenos. Lo cojo y lo llevo hasta el primer rastro de sangre y se pone a rastrear de inmediato hacia el barranco donde está el cochino. Le sigo y bajo detrás de él, se sale a cortar el rastro por la orilla opuesta y dos metros más adelante  vuelve a bajar al reseco cauce ya con la traílla arrastrando. Aprovecho para agacharme e intentar vislumbrar el cuerpo del jabalí pero no logro ver nada. Salgo y me adelanto con la sospecha que está vivo y metido en lo más frondoso del pequeño cauce. Diez metros más adelante mientras Aquiles entra y sale tropezando con rastros viejos y nuevos lo veo, está vivo y con mucha “gasolina” todavía. El estómago me da un vuelco y sin pensarlo meto una bala en la recámara y tapando el bicho disparo hacía su cabeza intentando cortar su huida, fallo por nervioso, precipitado y gilipoyas. Respiro hondo y lo sigo por arriba del rastrojo para cortarlo lo antes posible y evitar que Aquiles llegue hasta él. Avanza renqueante pero decide salir al descubierto más por huir que por enfrentarse a su enemigo. Me coloco frente a la gatera por donde aparece agotando sus fuerzas, precioso, con las orejas enhiestas y toda la dignidad que ha sido capaz de mantener mientras sangraba la vida. A tres metros le apunto al ojo y lo dejo seco volteándolo con la brutal sacudida de un cercano escopetazo.
Es demasiado para mi, necesito alejarme para digerir la lección que me termina de dar un bicho que pesa la mitad que yo y no llegó a cumplir un año. Descompuesto cruzo el vado entre los árboles para llegar al coche mientras veo como Aquiles llega a su cuerpo y toma posesión. Mi chico me pregunta que ha pasado y le digo que está muerto que suelte a su perro y vaya que yo iré enseguida con el coche para cargarlo. Guardo la escopeta mientras respiro hondo e intento recuperar el aliento, la vergüenza por hacer las cosas mal y dejar herido un animal me acompañará el resto del día,<ojalá y lo hubiera fallado>. Ya en casa el ritual de siempre se repite aunque esta vez la alegría de llevar carne a la cueva es tristemente empañada cuando veo la horrible herida que atraviesa los dos jamones y pulveriza el fémur de mi presa. Resultó ser una cochina muy bonita arocha pura, maciza, corta, escurrida de los cuartos traseros, con joroba, crin y el pelaje a medio cambiar.
Al remate.
A toro ya pasado que es como mejor se sopesan los quehaceres y las quimeras, haciendo balance de todas mi corta temporada estival me siento más triunfador que fracasado. Me doy por satisfecho a excepción de herir torpemente a un animal que a día de hoy mantengo que hubiera preferido haber fallado. Tendría el congelador vacío pero hubiera evitado su injusto sufrimiento y tener que volarle los sesos mientras me miraba directamente a los ojos.
Pero el juego es así de cruel precisamente porque no es un juego, es mucho más incluso que la muerte, es la vida misma y real, allí en mi sierra donde impera la ley del monte la única verdadera que conozco.
He conseguido colocarme casi siempre en las querencias de un inmenso cebadero de 400-500 hectáreas dispersas a su vez en 1500 de coto donde no hay atrayentes, golosinas ni artificios. Templando los nervios, acometiendo con aplomo los lances haya disparado o no anticipándome algunas veces a los acontecimientos. Reconocido y dispuesto a enmendar mis errores de gatillo, el equipo y camuflaje aunque mejorables son casi perfectos. Mi control de la situación ubicando a mis presas y moviéndome casi siempre a mi antojo, algunos dijeron que no podría, también que no llevara el rifle cuando use el arco.  A todos ellos gracias por sus consejos.
He disfrutado con mi hijo que avanza a pasos de gigante con mi escopeta y con su arco y a la mínima oportunidad pondrá al descubierto la noble madera de la que está hecho. Mis perros siguen dando la talla, buscado y mordido caza que es como seguirán siendo nobles y haciéndose buenos en lo suyo. Me queda el reto venidero de intentar un gran cochino que será más propicio con la rotación parcelaria de la próxima cosecha. Por aquello de andar las charcas más ocultas y cercanas a sus querencias y estar yo más curtido. 
Por supuesto con la venia de su majestad la luna que ya no me descubre y el beneplácito de dios del aire que espero pronto me desvele su misteriosa conjura para conmigo.
Hay quién dice y razón no le falta que soy un inadaptado a convivir en un coto donde los “matachines” hacen de las suyas, que debería estar ya acostumbrado. Con mi habitual talante quevediano de tocapelotas le contestaré con otra de mis preguntas sin respuesta:
¿Acaso tengo yo la culpa de haber nacido 10.000 años después de mi tiempo?
 

LOBACO

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #2 en: Octubre 03, 2016, 08:31:16 pm »
Aquí os dejo mis aevnturas por si quereis perder media tarde en echarles un ojo.
En cuanto pueda las subo al blog con algún vídeo y os aviso.
Un abrazaco de lobo.

Desconectado adol

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #3 en: Octubre 03, 2016, 10:03:53 pm »
Buenas vivencias y buenas lecciones has sacado de esas esperas, aunque si no te exigieras tanto las disfrutarias mas plenamente.
Si abates la mitad de lo que tiras, eres muy bueno, pero si tiras, solo, a lo que puedes abatir, eres de lo mejor.
La caza, la pesca y cuidar nuestro entorno, son nuestras herencias, respetemoslas.

Desconectado Fozzie

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #4 en: Octubre 03, 2016, 10:24:24 pm »
Estas "pildoras" tienen que servirse dosificadas.
Así de golpe provocan sobredosis de lo adictivas que resultan!!!

Desconectado Manuel

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #5 en: Octubre 04, 2016, 08:09:11 am »
Buen verano de aprendizaje tuviste amigo... seguro que con el tiempo te das cuenta de que todo eso que parece tan dominado, aún llega a serlo mucho más, pues tu disposición te hace dar pasos de gigante, tanto con tus armas en tu mundo libre, como con tu teclado en el otro real.
No desmerezcas tus hechos, aunque por momentos los repudies. Las lecciones de caza se aprenden cazando, y como bien has dicho al final de tu texto, "es la vida misma".

Enhorabuena de nuevo, por tus jornadas disfrutadas, por tus dos abates, por tus conclusiones y por este magnífico relato que nos has regalado una vez más. Siempre es un placer leerte... y eso es algo que hace 10.000 años nos hubiésemos perdido.
Un abrazo.

Desconectado Buhogris

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #6 en: Octubre 04, 2016, 09:43:13 am »
Has exprimido al maximo los ultimos dias del verano :).Lo has disfrutado y lo has sufrido como un fiel reflejo de la caza,en la que no esta exenta la crueldad como en la Naturaleza misma.Pero has sumado experiencias de las que iras sacando conclusiones y que acabaran dando mejores frutos.Te felicito una vez mas por ello y te agradezco que lo compartas en el foro para disfrute de todos.Un fuerte abrazo  ;).
"No subestimes a tu presa y prepara su caza,como el mayor de los retos"

Desconectado eduardo

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #7 en: Octubre 04, 2016, 12:18:38 pm »
Cuantas peripecias y cuantas reflexiones, entre líneas, figuran en tu relato, Lobaco. A mi también me asfixia la ciudad, el asfalto y el trato con ciertas personas urbanitas e ignorantes. Algún día me iré al campo ''de quieto'' y seré feliz. Hasta entonces, seguiremos regresando al monte siempre que podamos para seguir siendo paleolíticos por unas horas o por unos días. Y el que no lo entienda, peor para él. ::) ;)
Me dispuse a esperar a un macareno que no había dado palabra de acudir...

Desconectado JUANFRAN

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #8 en: Octubre 04, 2016, 02:49:21 pm »
Tras, aproximadamente una hora de lectura (ya sabes que me gusta meterme en ambiente y, todo lo posible, en la piel del narrador) he terminado tus concatenados relatos que me han encantado, como siempre, aunque, en esta ocasión, y como muy bien te recuerda FOZZIE, estos atracones bulímicos deberían ser servidos en platos más breves, por aquello de no recalentar en exceso la motivación del lector.  Aunque yo es dificil que me recaliente, faltaría un poco a la verdad (y no me gusta mentir y  menos a los amigos) si no te dijera que, a finales de tus narraciones, estaba ya deseando verle el culo al fondo del plato.  Demasiada densidad para un solo trago ha tenido el vino que nos has servido en esta ocasión.  Pero, cuando el vino es bueno, no suelo ser de los que tiran la botella antes de apurar el último sorbo.  Y creo que, precisamente, eso es lo que me hace asemejarte a ti en algunos aspectos.  Mi propio autonivel de exigencia, enfermizo para muchos, pero imprescindible para mi.  Eso es lo que hace que siempre espera la última sorpresa en tus escritos y, sobre todo la facilidad que muestras para mostrarte desnudo ante el mundo.  ADOL, que debe conocerte bien, también es de los que piensa que te exiges por encima de las posibilidades de los simples mortales, pretendiendo escalar, casi casi, hasta el nivel de los heroes griegos.  Como empeño me parece absolutamente loable.  Muchas veces he pensado que es la única manera de pasar por este mundo siendo algo más que un bulto sospechoso.  La única contrapartida que tiene es... como bien debes saber ya.... que nunca se llega al nivel al que se aspira, aunque se intente gallardamente, como tu haces.   Gracias LOBACO por esa hora de intransigente esfuerzo al que me has sometido.     
   

Desconectado POLAINAS

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #9 en: Octubre 04, 2016, 07:35:05 pm »
LOBACO, puedes pensar que nosotros, tan atrapados por lo efímero estamos, que somos incapaces  de dedicar a tus escritos el tiempo que necesitan, pero yo, que me los acabo de fundir también el uno tras el otro, estoy de acuerdo con JUANFRAN y con Fozzie. Esto es someter a tus lectores a "una hora de intransigente esfuerzo".
Dosificate, buen hombre.  ;)
¡Larga vida a la caza!

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #10 en: Octubre 04, 2016, 09:45:16 pm »
Lobaco, tiempo sin saber de ti pero veo que lo has aprovechado con creces , me alegro por ti y que a pesar de que los resultados no eran los que buscabas has aprendido para la proxima hacerlo mejor y sobretodo has disfrutado que es lo mas importante. Sigue narrando tus experiencias de esta manera que al meterse uno en el papel por lo menos a mi me ayudan a desconectar del dia a dia. Un saludo  ;)

LOBACO

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #11 en: Octubre 05, 2016, 07:21:03 pm »
A ver si soy capaz en cuatro líneas de contestarnos a todos y dejarnos  satisfechos después del atracón.
Lo primero que pensé fue en hacer cuatro relatos separados y adornados un poco con alguna foto pero he tenido que sintetizarlo todo en poco más de 5000 palabras cuando podía haberlo presentAdo en 20000 en cuatro entregas.
es falta de tiempo.
A ver amigo Manuel que creo que no entiendo porque separas mi mundo libre del Real si están en la misma dimensión hasta donde yo se. ¿ o acaso cuando nos hemos juntado te he parecido un holograma?
Mi mundo soy yo mismo allá donde voy un extraño en la ciudad o la muchedumbre y un "paleto" en cuanto piso el campo y lío una hoguera o me preparo para cazar.
Esperemos hayan muchas más.
Lo de mostrarme desnudo no es tal como parece querido Juanfran guArdo muchas más cosas de las que  parece pero tratándose de relatos de memorias justo es que cuente mis pensamientos pAra que mis lectores me conozcan. Lo de hablar a las claras y andar de frente es igual a la autoexigencia viene de origen y son los tres pilares sobre los que basó mi conducta.
Superare este reto y Seguidamente intentAré otro mayor es la única manera que conozco de llegar a complacerme a mi y a mi ego sin hacer mal a nadie.
he disfrutado mucho y dormido menos pero ya tendré tiempo de descansar cuando me muera de momento la vida son tres días y ando por la mitad.
Lo de la caza es así y no tiene vuelta de hoja pero dudo poder acostumbrarme a los magacines o a dejar piezas heridas intentaré llevarlo lo mejor posible.

Os agradezco mucho vuestras críticas que ya era hora Juanfran de que me pusieras alguna pega, no caerán en saco roto sólo el tiempo disponible será un freno a la hora de compartir algún relato con vosotros.
A los demás gracias.
Un abrazaco de lobo.
« Última modificación: Octubre 05, 2016, 07:30:24 pm por LOBACO »

Desconectado Jack

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #12 en: Octubre 05, 2016, 09:57:11 pm »
Magnífica relato Lobaco, siempre hay algo que mejorar, pero no seré yo quien ponga pegas ya que se que te exiges a  ti mismo lo máximo y que cada vez nos deleitaras con mejores y mejores relatos.

Un abrazo vikingos.

Desconectado Carpintero

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #13 en: Octubre 06, 2016, 05:46:51 pm »
Preciosos relatos comentan los compañeros que un poco largo para mi que leo despacio a pasado bastante de la hora pero e difutado tanto que mea parecido diez minutosenhorabuena  lobaco ygracias por compartirlo un saludo

Desconectado pip`s

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Re:MEMORIAS DE UN ABORIGEN. Con la venia del Viento.
« Respuesta #14 en: Octubre 06, 2016, 08:15:12 pm »
Estimado Lobaco,
¡ A mí no me esorba pegarme un atracón de buena prosa cinegética¡¡  ;)
Cuando leo algo como: "El Sol exhausto de repartir tanta calor termina por desaparecer del todo dibujando una preciosa aureola sobre la vegetación que perfila el horizonte" ¡ya ha valido la pena el tiempo invertido!.
Recuerdo, cuando aún no plateaban mis sienes y por mi sangre corría la tumultuosa Juventud, que me cabreaba como un mono cuando alguien me desengañaba, o no actuaba como yo creía que los hombres que se visten por los pies deben hacerlo.....
Una qersona muy querida y sabia me dijo: " si quieres ser medianamente feliz, no esperes de los demás lo que tu te exijes a tí mismo, ni que te den lo que tu das, ni que se entreguen como tu te entregas".
 Dá lo mejor de tí y como dijo S. Agustín, conócete, apruébate y supérate. ¡e intenta ser feliz con eso!
Dá ejemplo para que tu estirpe siga la rectitud de tus convicciones, y que tu próximo (prójimo) adquiera algo de tí por tu cercanía....
Aunque estemos lejos, ya has hecho que algo de tí nos impregne a todos nosotros...
Un fuerte abrazo ¡LOBO!
Soy cazador como soy moreno, como la Sinta es bizca. Bueno o malo apechugo con ello. ¿Que otra cosa podría ser?
(El mundo de Juan Lobón)

 

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