Si nos cambiamos de casa el día que se votaba la constitución, debió ser por el 79 o el 80 cuando di mi primer tiro con la escopeta prestada por mi amigo Antonio.
Se había hecho un grupo de caza con los nuevos inquilinos que nos habíamos ido a vivir allí, entre ellos un gran grupo que eran de San Martín.
Debería tener yo apenas 13 años cuando un día esperando al sorteo de un gancho de jabalí, uno de los de la cuadrilla, Demetrio, me apartaba y me contaba esta historia en petit comité:
"Mira chaval en mi pueblo éramos tan pobres después de la guerra que cuando se nos acababan los cartuchos de plomo no nos quedaba más remedio que recargarlos con los huesos de aceituna.
Había tanto hambre que la gente además de ir a por los gazapos y los tordos iba a coger las vogas al arroyo, que estaba entonces llenos de zarzas y donde de vez en cuando solía aparecerse un famoso jabalí que se dedicaba a dar sustos a unos y otros visitadores del lugar.
Más de uno consiguió tirarle de frente,metido en la zarza, y con los años fue ganando fama ese guarro del arroyo del Cerro Chico que llevaba en la frente un bonito y verde olivo..."
... Y yo le seguía preguntando los detalles, tal era mi inocencia y mi afición por la caza.