Esperas al Jabalí


Uno de los últimos

Autor Tema: Uno de los últimos  (Leído 6640 veces)

Desconectado camposolillo

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Uno de los últimos
« en: Mayo 20, 2015, 05:31:33 pm »
Otrora tendré tiempo para explayarme en hazañas mil; merece el paisano algo más de enjundiosa literatura que los simples retazos que prosiguen. Pero, por ahora y hasta entonces, les ruego se conformen.

Su gracia, Gregorio García Conde. Para los más cercanos, Goyo “el Majito” . Su nascencia, muy humilde, allá por el primer tercio del pasado siglo, en un pueblín de León; Almanza para más señas. Su vida ciudadana, su laboro y su fortuna, en Bilbao. Y su alma, de siempre, en los montes de su tierra; que es la mía.

Vivo, vivaz, vital, enjuto y entusiasta, lleva gastadas con ahínco más de siete décadas de un vivir activo e incansable. Amen de esposa y cuatro hijos, tiene un don inigualable para mandar, la invariable costumbre de madrugar, una pasión única y posibles de dos clases: físicos y económicos. De los primeros -nadie trepa robles a su edad como aun él hace- dejó ayer constancia, tijera en mano, podando ramas a ambos lados del camino, abriéndome paso, mientras conducía yo vallina abajo. Los segundos –nada innatos como los otros sino mucho más sudados- le han permitido dedicarse sin reparos a la pasión por la caza entera y, sobre todas, a la más pura y compleja, la de sorda y corzo.

   Desde que adquirí uso de razón -ése que otorga capacidad para asociar personas con hechos- Goyo, en mí, inspira caza. Íntimo de mi padre, compañero inseparable de andanzas y andaduras, me ofreció incondicional regazo venatorio cuando aquel faltó. De entonces hasta ayer y ojalá que aun por muchas lunas, amén de mis buscadas soledades y siempre con permiso de la mujer mía –de la suya no hace falta- no pasa estación sin que echemos a monte un par de ocasos con sus ortos en alguno de sus predios.

   De estos, uno de los mejores, Cerezales del Condado. Dos mil hectáreas de roble, urz, pino y escoba. De vallejos y colladas. De praderas y regueros. Morada de duendes de nívea cola y damas de largo pico. Encame de enormes albarones de hirsuta cerda. Campeadero habitual de los crueles señores de la noche, los del lúgubre aullido a la luna eterna. Que, circundadas por pueblos avejentados y enclavadas entre cientos de kilómetros cuadrados de monte precantábrico, son ejemplo vivo de la verde, ignota, fría, cazurra y desolada provincia que me vio nacer.

 Hace veinte años, la Junta Vecinal de Cerezales, se las adjudicó en pública subasta para solaz venatorio suyo, de sus hijos, algún escogido amigo y, de cuando en vez, también del mío. Nunca todos a la vez, qué va. Siempre en intimista acecho o sosegado rececho. Jamás en tropel rehalero ni batida montañesa porque, ya lo saben ustedes, en el monte, dos son multitud, espantan más que cazan y dividen a la mitad el reparto.

De perros, uno de sangre tiene, ya reviejo, al que le anda buscando remedo y, como niña de sus ojos, media docena de espléndidos setters de la sorda…; pa que más.
 
   Y por aquello de, “quien siembra, siega”, compró Goyo pajar destartalado en Cerezales. Como sabe del oficio, lo levantó para ir haciendo resguardo, encame, desolladero y vecindad. Ya en ello, ayudó a rehabilitar también un teleclub de orujos, tute y dominó para que paisanos y oriundos entretuvieran ocios durante las largas tardes del invierno –que en mi tierra son muchas- y, así, dieran en hablar bien del forastero que tantos cuartos les soltaba por la caza. A día de hoy, pasados ya unos años, no le hacen ya alcalde porque se trata de una pedanía, que si no, sería.

Pues bien, en lo que andamos. A esa casa arribé yo el otro viernes a media tarde y de ella marché el domingo a mediodía. Entre medias y entre montes gastamos dos ocasos con sus ortos correspondientes.

   Derroché la primera atardecida y su noche posterior encaramao a una tabla, junto a nadie, en mitad de ningún sitio, rodeao de robles y mejor que en cualquier cama. Cuando el sol faló galego, anaranjando picos y crestas gallardas coronadas aun con restos de níveas invernadas, ya había metido yo en la lente un cochinazo corpulento, madrugador, pelón y descolmillao que llegó presto a la manduca en previsión de adelantarse a tres huérfanos primalotes que, en su pos, arribaron a la plaza ya en tinieblas. Perdoné la muerte al grande por tempranero y por no abortar en el desolladero una noche al raso deseada con anhelo. Y me alegré. Satisfízome sobremanera el toreo irreverente de los bermejotes al navajerazo en ciernes por la defensa infructuosa de la exigua maizilla vertida por los suelos.

Imaginen ustedes la escena reiterada… Espantaba el albarón a uno, mientras los otros, en rueda incesante, buscábanle las vueltas para entrar al cebadero, hasta que, ya harto y aburrido de tanta carrerilla infructuosa, optó por iniciar más sosegados andorreos.

Tronando la nube en las alturas y ya sin grano en las bajuras, me dejaron al poco también los tres hermanos. Arrebujeme entonces con la manta, almohadé la mochila en el pescuezo y traspúseme tres horejas, esperando al primer orto. Pero un poco antes de rendirme al acoso de Morfeo, entre tinieblas cerebrales, pareciome oír allá a lo lejos, hacia las quebradas de Lugán, el aullido lastimero de la camada a la bóveda de estrellas. Quizás anduviera ya soñando...


Amanecí entumecido de relente entre arrendajos. Se me vino aun entre dos luces una corza y su mamón a la sal del comedero. No traían macho. Idos ellos, sin dar rumor ninguno, salí presto al cortafuegos. Y es que pataspardas lo rececha con lucero, la pisa lo delata y aquel día yo había madrugado mucho antes. No debía desaprovecharlo... Me aculé en el primer bancal por si las moscas. Dominaba el limpio de la roza. Quizás Diana fuera refranera... Pero ella, aunque diosa, es mujer y, por ende, caprichosa y como el lobo es del demonio, eso de que, a quien madruga Dios le ayuda, habría de dejarlo yo para otrora.

Con las nueve, como había acordado, apareció Goyo por la curva de la raya. Subía recechando trocha arriba desde el río. Apoyó el dos-setenta contra un roble y me alargó el termo de la leche y dos bollos de manteca…

   -¡Qué duro eres jodío…!- me dio los buenos días.

   -¡Anda que tú…, seguro que subes desde el pueblo!- contesté agradecido.

Y entre tragos y atragantos pasé a referirle las acechanzas de la noche tras el jabalinón del indulto…

   -¡Na más verlo, entre las urces, ya tenías que haberle puesto picharriba, coño…! ¿A qué viniste de Madrid entonces, so jodío?- me riñó.

   -¡Que no, hombre, que era muy pronto y podía llegar otro mejor…-me disculpé- …Esta tarde, como ya es la última, en cuanto entre, lo liquido!- le argumenté yo convencido.

   -¡Sí te va a entrar, sí…! ¡Mira lo que te dice García Conde… Qué ni hablar, ése no repite, que de algo siempre se barruntan y si no pa´lante vamos…! –auguró- ¡Vente conmigo a los corzos, que te va a traer más cuenta!
Y qué razón tenía, cuánto hubiera adelantao aceptando sus palabras, porque, a liebre ida…

En ésas, acabamos charla y desayuno. Echamos el resto de mañana ojeando lagunas, fuentes, cruces y veredas. Despejando apostaderos de ramas renacidas y rellenando comederos. En el carrileo, al volver el codo de un vallejo, con los caños ya enfundados en el maletero, nos topamos con un corzo razonable…

   -¡Velo ahí va y es gordejo. Mañana ése tiene un tiro al agua de la vallina. Y no muy pronto, ya te diré yo cuándo y cómo…!- sentenció Goyo con los prismas por delante mientras el bicho trepaba la ladera.

 A la una y media de la tarde, ya comidos, nos encamamos pa la siesta. Luego, repeinaos y en aparejo de festivo, perdimos un mus contra dos paisanos del garito. Yo creo que hasta nos dejamos; por aquello de hacer patria, digo. Merendamos bien y, cabezón como yo sólo,  a eso de las ocho ya aguardaba en la atalaya de mi roble al esperado de la otra tarde. Sin provecho, claro, como bien suponen. Ni siquiera los trillizos aparecieron por la plaza.
Con las ánimas, somnoliento y cabizbajo, arribé al pueblo entre tinieblas. Entré en casa sigiloso como un gato. Me delató un tablón de la escalera…

-¿Qué te dijo Goyo, malandrín…?-me saludó desde su cuarto- ¡Si hubieras venido conmigo a Lobineras habías tirao un corzo guapo!

-¡Qué razón tenías, mañana vamos a por ése que tu dices..., que descanses!

-¡A las seis te llamo!


Amanecimos el domingo recechando los huertos del Corral de Emérito. Venía un relente fino de poniente. Quedó Goyo atalayando la caída de unos brezos y me echó a mi por delante…

-Cuando traspongas a lo alto, dando tiempo, te amonas un ratín. Luego, te me vienes quedo, rodeando por los pinos, sin prisas.  A ver si se nos remueve alguno por todo ese pandero, que téngolos yo vistos…

Pisaba huevos entre lavandas florecidas a la búsqueda de cuernos y orejas enveladas cuando, al alzar la vista, oteé un rabo cimbreante a través de las escobas que circundaban un praderío abandonado… “¡La hostia, el lobo…!”, pensé a lo primero del trasluz rebajándoseme el escalofrío hasta las corvas. Pero no, él no suele descuidarse tonteando amaneceres. Levanté hasta mis gafas las lentes de acercar y el rabo aquel tornose cochinero. Con la mano de los prismas le buscaba la cabeza a la par que con la otra descolgaba de mi hombro el armamento. Pero, por más que me desojaba, no se destapaba el calagraños; seguía hozando con los morros entre hierbas, aunque se me antojaba un bulto de cojones. Por delante suyo percibía yo más movimiento. Así que, entre lo reacio mío de hacer ruido y la bronca presentida de Gregorio por poner una gocha panzarriba, “¡…cagüen la puta, Josesito, cuando a relojes a relojes, coño, ya jodimos la mañana…!”,  pospuse intenciones esperando aconteceres.

Estatuario, junto a un roble, se me vino careando la piara. Y, cuando la matriarca hizo cruce con mis rastros, se desencadenó la barahúnda valle abajo. Me alegré  entonces de mi recato gatillero y seguí con la andadura. Al final, no salieron al viso más que cuatro corzas zorreadas, seguramente ya viudas. Recogí a Goyo cuando el sol ya nos saludaba en el testero…

-Vamos poco a poco hasta el agua de Las Suertes, que el de ayer no va a andar muy lejos… ¿No has echao nada por allí arriba…?
Le referí entusiasmado entonces el acoso de la partida de cochinas.

-Pa qué queremos más carne, anda que las den por saco…- Y de nuevo me alegré sobremanera no haber arrimao estopa a la manada.


Y llegamos al vallejo de la mañana antes. Mandaba ya Lorenzo amenazas de un día veraniego. Me quedé sobre la tabla de una horquilla de roble centenario. Dominaba dos vallinas confluentes.

-Yo me subo hasta el charco. Si me saca con el aire, se te va a escurrir por aquí hasta la cañada. ¡Si lo ves, no perdones pecao venial, que ése sabe siete idiomas…!

Me acomodé en la rama como pude viéndole desaparecer por el recodo. No creo hubiera llegado a lo suyo cuando un ladrido repetido resonó pandero abajo. Se me venía acercando por lo sucio. Acomodé la artillería y enfoqué al camino esperando devenires. Vi un trasluz de cuernos entre las matas de la orilla y el cabrón me cruzó de un salto impresionante sin dejar echar los puntos. Firmé al aire con el caño el desespero de seguirle. Continuó ladrando a la ladera y yo maldiciendo a sus instintos. Por algo era bueno el jodío, se descuidaba poco por los limpios.

Pero, a los corzos –como a los que en pos de ellos andamos- tíranles más dos tetas que dos carretas… Y no había pasado media hora cuando me llegaron unos jipíos acompañados de tropel caballuno por la ladera de Las Suertes. Lo que fuera se me venía por mi frente y hacia abajo. Me lo tapaban las hojas de los robles pero tenía que verlo fijo y pronto.

Y por fin, entre carreras, quiebros y requiebros, apareció el señor de los ladridos, envelado e hipante, tras una corcita esbelta y saltarina. Se tapaba y destapaba. Galopaba, se frenaba, brincaba, acometía y la corza, al son, tan gallarda y pizpireta; embelesadora, amantísima, cruel y vengativa, conduciendo a su amante hacia la muerte.

Le tuve enfilado largo rato, siempre a tiro. Me retenía la crueldad del que cercena la vida que no es suya y me empujaba el anhelo por el cúlmen de la caza. Venció el vil instinto, la sinrazón del que mata, la pasión del que vena.

No se habían solapao los ecos del disparo en todo Lobineras cuando apareció Goyo en el camino. Traía el sombrero de una mano, el rifle sobre el hombro, la manta a la cintura y la mochila en las espaldas. Sonreía sinceramente satisfecho. Un paisano y un amigo, un compañero inseparable, casi, casi un hijo propio, había cazado un corzo suyo…



………

Yo no lo sabía entonces; pero, juntos, aquél fue el último de tantos.

Hace una semana, sus cuatro hijos esparcieron las cenizas de D. Gregorio García Conde por los cerros y valles de Cerezales. Yo no pude estar en tan magnánimo homenaje, pero un trozo enorme de mi alma vaga con la suya entre los robles. El otro trozo mío ya ha mucho que andaba con mi padre. Hoy soy un hombre carente y desnortado al que sólo alumbra una esperanza…: quizás se hayan juntado ambos donde la caza es interminable...

Desconectado centinela

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #1 en: Mayo 20, 2015, 06:21:20 pm »
....como acostumbras, maravillosos tus escritos y más....cuando sirven de homenaje a un compañero y amigo familiar de andanzas caceras. Lo siento de veras. Un fuerte abrazo.
....no es necesario apretar el gatillo para disfrutar de una espera, aunque esto....muchos....no lo entiendan.

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Desconectado lagarto308

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #2 en: Mayo 20, 2015, 07:05:27 pm »
Qué gustazo da leerte joio

Dep. Goyo

Desconectado eduardo

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #3 en: Mayo 20, 2015, 08:00:38 pm »
Camposolillo, me descubro ante usted apartando de mi cabeza ya canosa, gran sombrero de ala ancha y me fundo en solemne reverencia ante semejante relato de amistad sincera y entrañable. Bravo, magnífico. Saludos desde tierras trashumantes, conocedoras también de jabalines, corzos y lobadas. Fuerte abrazo.
Me dispuse a esperar a un macareno que no había dado palabra de acudir...

Desconectado Azarias

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #4 en: Mayo 20, 2015, 09:26:34 pm »
Como siempre, una delicia de relato del maestro Camposolillo...
Siento lo de Goyo, por que sé lo que supone perder un amigo así. Descanse en paz.
Un abrazo apretao.-

Desconectado Jack

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #5 en: Mayo 20, 2015, 09:50:11 pm »
A Camposillo,

Ojala algún día pueda escribir lo que mi mente y mi alma viven en el campo la mitad de bien que tú, impresionante relato de hazañas y una dedicatoria  a Don Gregorio, a un gran amigo, compañero y casi un padre.  Siento mucho la pérdida, pero seguro hallá donde estén de caza andarán Goyo y tu padre.

Gracias por compartirlo.
« Última modificación: Mayo 20, 2015, 09:53:32 pm por Jack »

winamy

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #6 en: Mayo 21, 2015, 12:02:40 am »
Y vos, de los únicos.

Desconectado adol

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #7 en: Mayo 21, 2015, 06:16:07 am »
Dolor y alegria se unen, por tu familiar que conociendote para ti lo era y por volverte a leer y saber de ti. Juntos estaran disfrutando.
Si abates la mitad de lo que tiras, eres muy bueno, pero si tiras, solo, a lo que puedes abatir, eres de lo mejor.
La caza, la pesca y cuidar nuestro entorno, son nuestras herencias, respetemoslas.

Enrique Garramiola Robles

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #8 en: Mayo 21, 2015, 07:34:15 am »
Le deseo a tu amigo una buena estancia en los cazaderos infinitos,allá en el paraiso que aguarda a los  cazadores que lo merecieron.Y que no falte nunca su homenaje en tu recuerdo,así estarán siempre presentes.
« Última modificación: Mayo 21, 2015, 06:01:31 pm por Enrique Garramiola Robles »

Desconectado JUANFRAN

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #9 en: Mayo 21, 2015, 08:02:39 am »
Qué  preciosidad de relato de los últimos momentos con Goyo de que acordarte quieres.  Escritos de esta enjundia engrandan sobremanera el foro y hacen que, día a día, entre en el apartado de relatos como lobo en celo.  Gracias Camposolillo

Desconectado Jmako

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #10 en: Mayo 21, 2015, 06:13:14 pm »
camposolillo, te felicito por haber sido amigo de Goyo (d.e.p ) y... por este sublime y emocionante relato que nos dejas :) :) :). un saludo





Desconectado Buhogris

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #11 en: Mayo 21, 2015, 06:31:01 pm »
Admirado Camposolillo,a mi corto entender,tu inigualable y descomunal prosa,solo son comparables con tu gran corazon,experiencia cacera y agradecimiento a esas personas con las que has tenido la fortuna de compartir las alegrias y penurias de la caza.Nadie puede tener mejor homenaje a su memoria,que este fantastido y emotivo relato que has compatido con nosotros.Te lo agradezco enormemente y te manifiesto mi mas sentido pesame por tan valiosa perdida.Mucho animo y un fuerte abrazo.
"No subestimes a tu presa y prepara su caza,como el mayor de los retos"

Desconectado Manuel

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #12 en: Mayo 26, 2015, 10:32:37 am »
No habrán palabras que alivien tu pérdida Camposolillo, pero sí las han habido para una emotiva despedida como la que has compartido con nosotros en tremenos párrafos.
Ánimo, y gracias.

Desconectado Carpintero

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #13 en: Mayo 26, 2015, 10:14:14 pm »
Un gran relato para memoria de un gran amigo gracias por compartirlo un saludo

Desconectado colmilloblanco

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Re:Uno de los últimos
« Respuesta #14 en: Mayo 27, 2015, 04:19:08 pm »
Gran relato y gran homenaje le brindas, alli donde este estará orgulloso de lo que deja.

Un saludo.
"Para tener enemigos no hace falta declarar una guerra; solo basta decir lo que se piensa".

Martin Luther King

 

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